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SALVO DETRÁS DEL ESCUDO

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«El Señor protege a los que en él confían; todas sus promesas son dignas de confianza» (Proverbios 30: 5).

Antes de permitir que los astronautas arriesgaran sus vidas en el espacio, ¡se pusieron en órbita satélites no tripulados, como el Explorador!, para obtener información sobre las condiciones imperantes en el espacio.


 

Descubrieron el cinturón de partículas con carga eléctrica atrapadas en el campo magnético de la tierra. Se lo llamó cinturón radiactivo de Van Allen, que sería un peligroso problema para los viajeros espaciales.

 

Los científicos produjeron materiales aislantes especiales para proteger a los astronautas de tan peligrosa exposición, que redujeron los efectos de la radiación del cinturón Van Allen a la misma proporción que los producidos por los rayos X dentales.

 

A pesar de que hoy es más o menos seguro enviar astronautas al espacio, todavía corren riesgos. El astronauta que está en el espacio depende enteramente de su nave. El éxito y su seguridad depende de que esta funcione perfectamente. El viajero espacial no puede dejar su nave durante mucho tiempo, pues en ella tiene la provisión de oxígeno necesario para respirar. También en ella tiene sus alimentos. Su nave es lo que lo mantiene comunicado con la Tierra y es su protección contra los obstáculos del vuelo. Protegido por ella, puede pasar por el cinturón radiactivo Van Allen y volver sano y salvo a la Tierra.

 

La exploración espiritual funciona del mismo modo. Todo depende de cuán bien preparada esté nuestra nave espiritual. Estaremos salvos de la radiación mortal del pecado solamente si moramos en Jesús. Nuestro oxígeno vital es la oración, y la Biblia es nuestra fuente de inextinguible comunicación y nuestro vínculo con el cielo. Su compañía nos cubrirá para protegernos del calor de las tentaciones de Satanás. Él es nuestro escudo. Estamos seguros detrás de ese escudo. Jesús dijo: «Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. [...] El que permanece unido a mí, y yo, unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada» (Juan 15: 4-5).

¿Estás dispuesto a permanecer en Jesús? ¿Estás dispuesto a dejar que él sea tu escudo y tu guía? Solo allí podrás proclamar con confianza: «¡Oh!, salvo en la Roca más alta que yo» (Himno 402 del Himnario adventista).

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