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«ANTES QUE ELLOS ME LLAMEN»

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«Antes que ellos me llamen, yo les responderé; antes que terminen de hablar, yo los escucharé» (Isaías 65: 24).

Un ex misionero narra su relación con un rajá increíblemente rico de la India, quien se encariñó profundamente con él. El rajá le obsequiaba magníficos regalos con la menor excusa. Los favores que el príncipe le otorgaba con tanta frecuencia llegaron a ser una fuente de preocupación para el misionero. El misionero se veía incapaz de rechazar los regalos, ya que eso habría ofendido al príncipe. No tenía otra alternativa más que aceptarlos.

 

Un día, mientras el misionero y el rajá conversaban cerca de los establos reales, un palafrenero pasó conduciendo un magnífico caballo.

 

—¿Qué te parece este caballo? —preguntó el rajá.

 

El misionero no tuvo más remedio que admitir que era un animal soberbio.

 

—Dáselo —ordenó el rajá al palafrenero.

 

Así como aquel príncipe oriental, Dios está constantemente dispuesto a otorgarnos sus bendiciones y nos concederá todo aquello que, según su sabiduría, considere beneficioso para nuestro bienestar.

 

De hecho, nuestro Dios nos da incluso antes que pidamos, como lo indica la Escritura en nuestro texto de hoy. En una ocasión, mientras Jesús enseñaba en sinagoga, fue interrumpido por un endemoniado que clamó: «¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno?» (Marcos 1: 24). Las palabras del pobre hombre no expresaban su verdadero deseo. Sobre este episodio, Elena G. de White escribió: «En presencia de El Salvador [...] se sintió incitado a desear estar libre del dominio de Satanás; pero el demonio resistió al poder de Cristo. Cuando el hombre trató de pedir auxilio a Jesús, el mal espíritu puso en su boca las palabras» (El Deseado de todas las gentes, p. 226). Pero Jesús lo libertó.

 

Las poderosas cadenas del hábito pueden aprisionarte. Las circunstancias pueden parecer retenerte sin ninguna esperanza de escapar, pero Jesús conoce los anhelos más profundos de cada corazón y está dispuesto a ayudarnos y otorgarnos sus dones de paz y perdón.

 

¿Cómo te sientes al saber que Dios conoce tus necesidades incluso antes de que las expreses? ¿Qué bendiciones has recibido de Dios que no le has pedido? Que encuentres paz y fortaleza en la certeza de que Dios te escucha, conoce tus necesidades y está dispuesto a otorgarte sus dones.

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