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El renombrado castillo de Windsor ha sido una de las residencias principales de la realeza británica durante casi un milenio. Con una extensión de más de cinco hectáreas, este imponente castillo se encuentra en las cercanías de Londres, lo que permite a los monarcas visitarlo con regularidad.
Además de la sección destinada a los reyes, el castillo alberga otras amplias estancias que están exquisitamente decoradas con maderas talladas, tapices, hermosas alfombras, candelabros y muebles de gran elegancia. En una visita, un pastor adventista relató que, mientras se encontraba en el impresionante salón del trono, reflexionaba sobre el trono celestial que Juan tuvo el privilegio de contemplar a través de una puerta abierta. Aunque Juan no pudo describir completamente toda su esplendorosa belleza, la descripción que se presenta en el libro del Apocalipsis revela que su magnificencia y hermosura no tienen comparación con ningún salón real en este mundo.
Los turistas que visitan el castillo de Windsor siempre encuentran el trono vacío. Sin embargo, por la gracia de Dios, los salvados tendrán la oportunidad de estar un día frente al trono celestial ocupado por él. La parte más conmovedora de la descripción que Juan hace de la gloriosa corte celestial es que Dios está allí sentado en el trono.
La Biblia nos dice que Dios nos ha dado acceso al trono de la gracia por medio de Jesucristo, su Hijo, quien murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida (ver Hebreos 4: 14-16). Por eso, podemos acercarnos a él con confianza y humildad, sabiendo que él nos escucha y nos ayuda en nuestras necesidades.
Dios quiere que eleves tu mirada al trono celestial. No te conformes con las cosas de este mundo, que son pasajeras y vanas. Busca las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (ver Colosenses 3: 1-4).
¿Qué cambios necesitas hacer en tu vida a fin de estar preparado para ver a Dios en su trono? ¿Te gustaría realizarlos hoy mismo por la gracia de Dios?