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Escondido

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«Oh, Dios, examíname, reconoce mi corazón; ponme a prueba, reconoce mis pensamientos; mira si voy por el camino del mal, y guíame por el camino eterno» (Salmo 139: 23-24).

HAGAMOS UNA PRUEBA DE investigación diferente.

Coloca un trozo de cualquier fruta en un vaso de agua. Al cabo de tres días, con ayuda de un palito de madera o de una jeringa, recoge una gota de esa agua. Intenta mantener la gota en suspensión para poder apuntarle con un láser verde y proyectar la imagen de su contenido en la pared. Con este sencillo experimento podrás observar diminutos microorganismos que se estaban reproduciendo en el interior del agua. Esto es posible observarlo debido a que la gota actúa como una lente esférica que, al recibir la luz del láser, permite la proyección de una imagen mucho mayor sobre la pared.

Sin la ayuda de una herramienta, nadie sería capaz de ver lo que hay en el interior de la gota. De la misma manera, nadie es capaz de sondear y analizar lo que ocultamos en el interior de nuestro corazón, sino solo Dios.

Nuestras actitudes incorrectas no siempre son a propósito, sin embargo, no por eso dejan de hacernos daño a nosotros mismos y a nuestro prójimo. Y es por este motivo que, nuestro Padre celestial, que todo lo sabe, es capaz de eliminar todo lo malo de nuestro corazón. Incluso las cosas que ni siquiera sabemos o percibimos que están allí.

En el Salmo 139, David le pide a Dios, escudriñe su corazón y que vea si hay en él algún mal camino, algo que ofenda al Señor. En su sinceridad, David le pide a Dios que analice lo que él mismo es incapaz de evaluar, y que elimine de su corazón cualquier acto o intención que pueda ofender a Dios.

¿Eres capaz de hacer lo mismo hoy? Dios está dispuesto a limpiarnos del mal, incluso del que no podemos ver. ¡Él puede hacer esto ahora mismo! Si lo crees, entonces repite como el salmista: «Mira si voy por el camino del mal, y guíame por el camino eterno».

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