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¿Alguna vez has jugado al veo, veo? Para jugar, alguien escoge un pequeño objeto a la vista en una habitación, y tú le haces preguntas que te ayudarán a descubrir qué objeto escogió. Cuando lo adivinas, dices: «¡Lo encontré!».
¿Te gusta acostarte boca arriba y descubrir dibujos en las nubes, o arrodillarte y observar cómo las hormiguitas llevan migajas hasta su casa?
Algunas personas ven cosas que otros no ven. Yo recuerdo cómo buscaba galletas de mar en una playa cercana a un lugar que visitamos. Al principio, me costó verlas porque estaban cubiertas de una ligera capa de arena. Pero el amigo que me acompañaba encontraba una tras otra. Cuanto más miraba, mejor se adaptaban mis ojos para encontrar estos animalitos redondos y planos.
Marlin Perkins es un gran conocedor de la naturaleza. Él cuenta que en una ocasión viajó a Alberta (Canadá), en invierno, para ver una especie de búho llamado búho nival, cuyas plumas son blancas como la nieve. Su guía lo llevó a dar una vuelta por el campo y de vez en cuando se detenía y señalaba. Sin binoculares, Marlin nunca podía ver los búhos nivales. Esto ocurrió una y otra vez.
«No había nada malo en mi visión -dijo Perkins-. Así que al final le dije: "Al, ¿cómo rayos los detectas tan rápido?" "Bueno" -respondió-, siempre busco una manchita más blanca que la nieve"».
En la Escuela Sabática aprendiste que, por muy sucio que estuviera tu corazón debido al pecado, Jesús podía limpiarte. ¡Y es verdad! Cuando le pedimos a Jesús que nos perdone, él hace que nuestros pecados sean más blancos que la nieve. Y cuando Jesús esté buscando a un niño con un corazón limpio y amoroso, te mirará y dirá: «¡Lo encontré!».