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Chapoteando

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«Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir». Apocalipsis 21:4

Mi hermano Rusty y yo hicimos una excursión nocturna en canoa por el río Paz, en el centro de Florida. Fue un hermoso viaje de dos días, en los que Rusty hizo la mayor parte del trabajo y yo me limité a sentarme en la parte delantera de la canoa con mi cámara. Mi trabajo era hacer fotos de los animales que veíamos. No vimos a nadie más en nuestro viaje y, para ser sinceros, tampoco vimos mucha fauna. La mayoría de los pájaros, tortugas, serpientes y caimanes estaban bien escondidos cuando llegamos a cada curva del río. Creo que nos oyeron llegar.

Intentamos no hacer ruido, pero el chapoteo del remo de Rusty en el agua y el pequeño aleteo de la canoa bastaron para delatarnos. La única forma de saber con certeza que algo acababa de doblar el río era por el chapoteo de una tortuga o un caimán que se adentraba rápidamente en el río de color marrón.

A veces, veíamos los ojos de un caimán sumergido y a menudo veíamos huellas en la orilla del río y una larga línea en el barro por donde se había arrastrado la cola del caimán. El hecho de que estos animales nos tuvieran el mismo miedo que nosotros les teníamos a ellos me hizo sentir mucho mejor cuando acampamos aquella noche. No me preocupaba que ningún caimán se acercara a nuestro campamento a orillas del río para echarnos un vistazo. Pensé que se mantendrían a distancia, y aunque me aseguré de que Rusty cerrara bien la tienda, también le pedí protección a Jesús en mis oraciones vespertinas.

¿Cómo crees que era para Adán y Eva vivir en el Jardín del Edén con los animales y que nadie tuviera miedo? ¿Te imaginas nadar junto a un enorme caimán o una tortuga? Espero con impaciencia estar en el cielo, donde podremos hacer precisamente eso.

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