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Si miras al cielo en una noche oscura y despejada, puede que pienses que tus ojos te están engañando para que veas unas nubes muy tenues. Pero no son nubes, lo que estás viendo es la Vía Láctea, la galaxia de estrellas de la que forma parte la Tierra. Las franjas en forma de nube son en realidad millones o quizá miles de millones de estrellas que están demasiado lejos como para que podamos verlas con claridad. Nuestra pequeña Tierra forma parte de un universo tan grande que ni siquiera podemos ver la mayoría de las estrellas y planetas que nos rodean con la claridad con la que vemos la Vía Láctea.
En muchos pueblos y ciudades hay demasiada luz eléctrica como para que puedas ver muchas estrellas. Pero incluso si estás en el campo, donde parece que ves miles de estrellas, el número que ves es muy, muy pequeño comparado con las estrellas que hay realmente. Los potentes telescopios y satélites nos han demostrado que hay más estrellas, planetas y galaxias de las que nadie imaginó jamás. Que nuestros ojos no las hayan visto no significa que no estén ahí.
Es fácil estar tan absorto en las cosas que te rodean (peleas con tus hermanos y hermanas, limpiar tu habitación, jugar con juguetes, hacer cosas con tu familia e ir a la escuela) que te olvides de Jesús que tanto te ama.
Y cuando las cosas van mal, es fácil preguntarse dónde está Jesús, y si realmente está ahí. Pero al igual que las estrellas, los planetas y las galaxias que no podemos ver siguen ahí, Jesús está en el cielo. Está ahí, incluso cuando no puedas verlo con claridad desde la Tierra.
Vicki.