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El planeta privilegiado

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«Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos». Salmos 19: 1, RV95

¿Alguna vez te has preguntado por qué las cosas son como son? ¿Por qué nuestro planeta parece afinado para mantenernos con vida? ¿Por qué el universo existe en la forma en la que lo conocemos? Permíteme mostrarte algunos datos que te pueden interesar.

En el libro En el principio, Grenville Kent comenta que para que un planeta sea apto para la vida necesita (1) estar a la distancia correcta de una estrella, si está muy cerca, nos calcinaríamos; si está muy lejos, moriríamos congelados. (2) Debe orbitar el tipo correcto de estrella, una gigante roja o enana blanca no es factible para la vida. (3) La órbita debe ser del tamaño adecuado para no alejarse ni acercarse demasiado a la estrella. (4) La velocidad de la rotación debe ser la adecuada, para que los días tengan el lapso necesario y la temperatura del planeta sea estable. (5) La inclinación del eje, que produce las estaciones, debe ser la correcta. (6) El planeta debe tener un núcleo que produzca un campo electromagnético, como el de nuestro planeta, que está formado por hierro fundido, lo que nos protege del viento solar y otros peligros del espacio.* Además, el planeta debe tener el tamaño adecuado; si es muy pequeño, la masa no permitiría que se forme la atmósfera; si es muy grande, la gravedad nos aplastaría.

Como quizás has notado, nuestro planeta cumple con todas esas características, lo que le ha valido el nombre de «el planeta privilegiado», «porque existe y sostiene la vida gracias a unas circunstancias excepcionales; hasta tal punto que en todo el cosmos no conocemos ningún otro planeta que se le asemeje».

Pero eso no contesta la gran pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál es la razón detrás de estas circunstancias excepcionales? La Biblia nos explica por qué estamos aquí. Ella nos habla de un Dios de amor (ver 1 Juan 4: 8) que creó un planeta «bueno en gran manera» (Génesis 1: 31, RV95) y lo puso bajo nuestro cuidado (ver Salmos 8: 6). La vida no es una casualidad. Eres la obra maestra de las manos de Dios. Él te ama y te creó para vivir con él por toda la eternidad. ¡Qué gran privilegio!

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