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La escuela de los animales

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«Hay en la iglesia diferentes dones, pero el que los concede es un mismo Espíritu». 1 Corintios 12:4

Hace algún tiempo, me encontré con la fábula de un grupo de animales que se reunieron para fundar una escuela. Entre ellos estaban, un conejo, un pájaro, una ardilla, un pez y una anguila, y decidieron formar una comisión para determinar el contenido de sus enseñanzas. El conejo argumentó a favor de incluir «excavación» como materia principal. El pez sugirió clases de natación. La ardilla propuso enseñar el «ascenso perpendicular de árboles», mientras que el pájaro se encargaría de las clases de vuelo. De este modo, elaboraron los planes de estudio y enfatizaron que todos los animales debían participar en todas las asignaturas.

A pesar de que al conejo obtuvo 10 en la materia de excavación, enfrentó grandes dificultades con el ascenso perpendicular de árboles, ya que constantemente se caía. Con el tiempo, sufrió fracturas en las patas delanteras, lo que le impidió seguir excavando y ocasionó que su calificación disminuyera. En el caso del pájaro, volaba de manera magnífica, pero le costaba mucho trabajo excavar. Con el tiempo, su calificación en vuelo descendió a un 7 y en excavación le fue aún peor. La ardilla destacaba en el ascenso perpendicular de árboles, pero debido a su miedo al agua, reprobó en natación. Por otro lado, el pez era experto en natación, pero no podía salir del agua para asistir al resto de las clases. La anguila fue la única que aprobó, aunque realizó todas las actividades de manera incompleta. A pesar de estas dificultades, los maestros se mostraban satisfechos porque todos los alumnos estaban participando en todas las materias.

Rick Warren captó la lección de esta fábula cuando escribió en Una vida con propósito: «Usted fue moldeado para servir a Dios. Dios formó a cada criatura de este planeta con un área particular de especialidad. Algunos animales corren, algunos saltan, algunos nadan, algunos cavan y algunos vuelan. Cada uno tiene un papel en particular que desempeñar, basado en la manera en que fueron moldeados por Dios. Lo mismo sucede con los seres humanos. Cada uno de nosotros fue diseñado especialmente o "moldeado", para hacer ciertas cosas» (p. 191).

En lugar de dedicarse a complacer a todos y abordar múltiples tareas, incluso si eso implica mediocridad, ¿no sería mejor descubrir su especialidad y dedicar todas sus energías y esfuerzos a ello? Dios te ha dado dones y talentos y son ellos los que te hacen una persona única. Permite que el diseño divino sea el que guíe tus prioridades y el rumbo de tu vida.

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