Regresar

El pontífice

Play/Pause Stop
«Les ruego a Evodia y a Síntique que se pongan de acuerdo, pues las dos son cristianas». Filipenses 4: 2, TLA

Había una vez dos hermanos que poseían granjas contiguas. Durante varios años trabajaron juntos, ayudándose mutuamente. Sin embargo, un día, un pequeño malentendido se convirtió en un gran problema que finalmente desembocó en un intercambio de insultos y resultó en meses de silencio entre ellos.

Pasado el tiempo, Pedro, el hermano mayor, estaba frente a su granja cuando una camioneta se detuvo frente a su granja, y un hombre con una caja de herramientas. «Estoy buscando un trabajo temporal -dijo-. ¿Tendrá usted algo en lo que pueda ayudarlo?». «Pues la verdad, sí -respondió Pedro-. ¿Ve usted esa zanja que está allá? Ese es el límite entre mi granja y la de mi hermano. Él la mantiene profunda para evitar que yo cruce. Quiero que me construya una cerca muy alta, para no tener ni siquiera que ver la granja de mi hermano».

«Entiendo contestó el carpintero-. Solo necesito una pala y comienzo ya mismo». El carpintero se puso a trabajar mientras Pedro se fue a la ciudad. ¡Cuando regresó, quedó pasmado al ver que, en vez de una cerca, ¡el carpintero había construido un puente! Al otro lado del puente, estaba su hermano menor, quien al verlo, extendió los brazos y dijo: «Hermano, después de todo lo que te he hecho, me parece increíble que quieras reconciliarte conmigo. Es hora de dejar todo atrás». Así ambos se abrazaron en la mitad del puente. Cuando el carpintero se marchaba, Pedro lo detuvo. «No se vaya, tengo más proyectos para usted». «Me encantaría quedarme -respondió el carpintero-, pero tengo más puentes que construir».

Así como el carpintero de la historia, Dios nos ha llamado a construir puentes, a restaurar relaciones rotas y limar asperezas. En la Epístola a los Filipenses encontramos un ejemplo de la actitud conciliadora que debe caracterizarnos. Evodia y Síntique eran dos damas cristianas que habían tenido desavenencias. En su Carta, Pablo les ruega «que se pongan de acuerdo». ¿Pero cuál había sido el problema? La Biblia no lo menciona. ¿Por qué? Porque no hay pleito o roce que sea lo suficientemente fuerte como para causar separación entre dos hijos de Dios. Jesús nos reconcilió con Dios, ahora nos corresponde a nosotros buscar la reconciliación con nuestros semejantes.

Matutina para Android