|
La palabra «selfi» entró de manera abrupta en nuestro vocabulario en el 2002. El 13 de septiembre de ese año, un australiano escribió en un foro en línea: «Borracho, celebrando el cumpleaños número 21 de un colega, me tropecé y caí de bruces, golpeando casi con los dientes unos escalones. Me hice una herida de un centímetro de largo en el labio inferior. Y perdón por el enfoque, era una selfi».* Once años después, «selfi» fue nombrada palabra del año por el Oxford English Dictionary.
Hoy es casi imposible ver una foto de la Torre Eiffel o de las pirámides de Egipto sin que la decore la cara radiante de alguien. Esto me recuerda a un cruel meme que decía: «Lástima que tu palo de selfi no es lo suficientemente largo como para captar lo ridículo que te ves usando un palo de selfi». Tanta fascinación por el «yo» nos recuerda el mito de Narciso, que se enamoró de su propia imagen reflejada en el agua.
Hoy los «narcisos» abundan. «Vivimos en un tiempo donde las personas no quieren ser transformadas por un ideal superior, sino reafirmadas en su propia actitud. Cuando el valor supremo es "amarse uno mismo", el "así soy yo" constituye una máxima moral y la espiritualidad no es más que una sensación de bienestar, los sacramentos son un espejo ritual donde encontramos al dios de este siglo: la imagen de uno mismo».
En un mundo desorientado, en el que miramos hacia abajo en vez de mirar hacia arriba, en el que adoramos lo creado en lugar de adorar al Creador, Dios nos llama a mirarlo a él, a colocar nuestros ojos donde realmente importa. De allí que las primeras palabras de la Escritura sean: «En el principio [...] Dios» (Génesis 1: 1) y no «en el principio yo».
El Señor es el principio (ver Juan 1: 1), por eso Pablo nos invita a «fijar la mirada» en él (Hebreos 12: 2, NTV). Al mirar a Jesús, encontramos nuestra identidad y un ideal de lo que podemos llegar a ser. PPero,sobre todo, encontramos salvación. Hoy Dios te dice: ««Mírame a mí y alcanzarás la salvación» (Isaías 45: 22).