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Era el domingo previo a la Navidad y la iglesia estaba repleta. En la primera fila se encontraban las principales autoridades. Entonces el predicador subió al púlpito y empezó su sermón: «"Voz del que clama en el desierto". Todos están en pecado mortal por la crueldad y tiranía que tienen con estas inocentes gentes. Respondan, ¿con qué derecho tienen en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Estos, no son hombres? ¿No están ustedes obligados a amarlos como a ustedes mismos? Tengan por cierto que en el estado en que ustedes están no se pueden salvar más que los que carecen y no quieren la fe en Jesucristo».*
La congregación abandonó la iglesia alborotada. Diego Colón, gobernador de La Hispaniola (hoy República Dominicana), le exigió al fraile que se retractara. Sin embargo, el domingo siguiente, 28 de diciembre de 1511, Antón Montesino volvió a tronar con un tono de voz aún más fuerte, valiente, decidido y desafiante. Esta vez amplió las denuncias de los maltratos y abusos contra los indígenas, proporcionando nombres y apellidos.
Este sermón, conocido como «el sermón de Adviento», marcó un antes y un después. Tres años más tarde, Bartolomé de las Casas renunció como comendero y se dedicó a defender los derechos de los nativos. Además, la idea de la dignidad humana propuesta por estos frailes se difundió por todo el mundo, contribuyendo a la abolición de la esclavitud y el reconocimiento de los derechos humanos.
El mundo hoy continúa siendo un desierto. Nos cuesta recordar que todos fuimos creados a imagen de Dios, que todos somos iguales, y que el «dominio» que Dios le dio al ser humano se limita «a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran» (Génesis 1: 28). Por eso, aún hoy, se necesitan voces como la de Antón Montesino, voces como la tuya y la mía, que preparen el mundo para el regreso de Jesús.
Cada día hemos de pedirle a Dios que nos dé la capacidad de contemplar la imagen de Dios en los que nos rodean. Amar al prójimo como a uno mismo es la prueba irrefutable de que la imagen de Dios está siendo reflejada en nuestras vidas.