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En mitad del año 2023, me hallaba en el Aeropuerto Internacional de Miami, retornando a casa tras un viaje de trabajo. Después de pasar por migración, mientras bajaba las escaleras que conducen a la zona de reclamo de equipaje, vi un enorme letrero que me llamó la atención: «Los cerdos no vuelan». Debajo de este lema se explicaba que la carne de cerdo puede contener enfermedades, como la fiebre porcina africana y otras bacterias. Por eso, está prohibido ingresar a los Estados Unidos con productos de origen porcino.
Como nací y crecí en un hogar adventista, nunca he comido cerdo ni sus derivados, excepto por equivocación unas pocas veces. Sin embargo, cuando era adolescente a menudo llegué a sentir curiosidad al respecto. «¿Por qué todo el mundo puede consumir jamón o tocino y yo no?», me preguntaba. Pero a medida que fui creciendo, y leyendo, entendí que hay una razón válida detrás de la prohibición bíblica de Levítico 11: 7. Un artículo publicado por el portal Healthline señala que el consumo de cerdo incrementa el riesgo de hepatitis E, esclerosis múltiple, cáncer de hígado, cirrosis y transmite bacterias dañinas como la yersinia.*
A pesar de lo anterior, al estudiar la Biblia descubrí dos detalles que me sorprendieron. En primer lugar, a diferencia de otras secciones del Pentateuco, que establecen el castigo o la pena por quebrantar los mandamientos, Levítico 11 y Deuteronomio 14 no establecen ningún castigo por violar la disposición divina. «Sin embargo, la ausencia de penalidad no significa que pueden tomarse livianamente». En segundo lugar, Dios no proporcionó una justificación sanitaria a la ley de los animales impuros. ¿Cuál es, entonces, la justificación? «Ustedes deben ser santos, porque yo soy santo», dice Dios (Levítico 11:45).
Al no consumir lo que Dios ha prohibido, expresamos nuestro respeto por el Creador. De esa manera, nuestra mesa se convierte en un testigo silencioso de nuestra lealtad a Dios. «En conclusión: uno debe de glorificar a Dios en todo lo que hace; hasta en lo que come y bebe» (1 Corintios 10: 31, NBV).