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El ratón samaritano

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«Pero un samaritano, que iba de camino, se acercó al hombre y, al verlo, se compadeció de él». Lucas 10: 33, RVC

Hace poco mis sobrinas me enseñaron su canción favorita: «El ratón samaritano, de Francisco Orantes. Cuenta que un grillo había sido asaltado y herido por unas hormigas. Una langosta y otro grillo que pasaban por el camino lo ignoraron, mientras que un ratón se detuvo y lo ayudó.

Esta versión del Buen Samaritano para niños, me llevó a preguntarme: ¿por qué Jesús escogió un sacerdote, un levita y un samaritano para su historia? La elección parece arbitraria; bien pudieron haber sido un profeta, un príncipe y un soldado. Sin embargo, al seleccionar a estos protagonistas, Jesús quiso enseñarnos el verdadero significado de la palabra «prójimo».

El primero en pasar junto al malherido viajero fue un sacerdote. Su estatus lo convierte en un excelente candidato para ayudar al herido, «pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante» (Lucas 10: 31). Jesús no dice por qué el sacerdote no quiso ayudar, así que no sirve de mucho especular. Todo parece indicar que la función del sacerdote en la historia es elevar nuestras expectativas para luego desvanecerlas.

El segundo personaje es un levita, que al tener un rango inferior al sacerdocio suscita menos expectativas. Pero como este tampoco ofrece ayuda, la situación del herido parece perdida.

Es en este punto donde la historia da un giro sorpresivo. El patrón lógico de la época hubiera sido sacerdote-levita-israelita, y que este último brindara ayuda al herido. Pero el Maestro introduce un personaje inesperado. Dada la amarga rivalidad que existía entre judíos y samaritanos, un samaritano era la última persona de la que los oyentes esperarían ayuda. Pero el samaritano, «al verlo, sintió compasión» (Lucas 10: 33) y lo socorrió.

Para Jesús, la esencia de ser «prójimo» consiste en tener la sensibilidad de ver una necesidad y satisfacerla incluso cuando no es lo que se espera de nosotros. Y solo la compasión puede llevarnos a ponernos en los zapatos del otro e impulsarnos a actuar en su beneficio. Pero hay más. El contexto de la parábola es el segundo gran mandamiento: «ama a tu prójimo como a ti mismo» (Lucas 10: 27), por lo que la compasión abnegada es la definición de ese amor que Dios espera de ti y de mí. Así las cosas, las palabras finales de Jesús constituyen la mejor conclusión en este día: «Ve y haz tú lo mismo» (Lucas 10: 37).

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