|
Hace unos años leí una historia sobre un caballero que le hizo la siguiente oferta a su amigo: te regalaré mi caballo si logras repetir el Padre nuestro, sin pensar en nada más que en Dios». Muy emocionado, el amigo aceptó el reto y comenzó: «Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre... ¿Me vas a regalar la brida también?». «No contestó el amigo, y tampoco te regalaré el caballo. Acabas de perderlos ambos».
Esta anécdota parece una simple broma entre amigos, pero en realidad transmite una valiosa enseñanza sobre lo peligroso que puede resultar la distracción, especialmente en el plano espiritual. En las Escrituras encontramos personajes como Nehemías (Nehemías 6: 3) y Jesús (Mateo 4: 6-8) que tuvieron que lidiar con diversas tentaciones que amenazaron con distraerlos de lo que realmente era importante para ellos.
¿Y a ti? ¿Qué pensamientos, hábitos o situaciones te distraen? Es posible que tu distracción sea una relación, un empleo o incluso una mentalidad conformista que te impide crecer espiritualmente en lugar de procurar lo que Dios tiene preparado para nosotros.
Si deseas vencer las distracciones, puedes dedicar tiempo a la oración y a la lectura de la Biblia todos los días. Estas son las principales formas de comunicarnos con Dios Y de conocer su voluntad. Al orar y leer la Palabra, recibimos dirección, fortaleza, consuelo y sabiduría. No dejes que nada te quite este tiempo tan valioso. También puedes buscar la compañía de otros cristianos que te animen y te edifiquen. La Biblia dice que somos miembros del cuerpo de Cristo y que necesitamos unos de otros. Una tercera forma consiste en servir a Dios con tus dones y talentos. Al servir a Dios, descubres tu identidad, tu vocación y tu misión y te conviertes en una bendición para los demás.
Pero la mejor forma de mantener una vida espiritual enfocada es fijando la mirada en Jesús, como dice el versículo de hoy. El profeta Isaías explica por qué Dios nos invita a mirarlo a él: «Pongan sus ojos en mí todos los términos de la tierra, y reciban salvación, porque yo soy Dios, y no hay más» (Isaías 45: 22, RVC). No te distraigas, fija tus ojos en Cristo.