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Vasijas de barro

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«Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros». 1 Juan 1:8

En 1971, John Lennon compuso su canción más famosa como solista: Imagine. Una de las estrofas reza: Imagina que no hay países. No resulta difícil hacerlo. Nada por lo que matar o morir... Imagina a todo el mundo viviendo la vida en paz. Desde entonces, Imagine se ha convertido en una de las canciones más cantadas en eventos en pro de la paz. ¿Te sorprendería si te digo que el mismo John Lennon que abogaba por la paz mundial maltrataba a su esposa? Así lo confesó Cynthia Powell, su primera esposa, poco antes de la muerte de Lennon.*

Este no es un caso aislado. En nuestro mundo abundan las historias de genios que cometieron errores. Maradona batalló con la adicción a la cocaína; George Washington tuvo esclavos hasta el momento de su muerte; y Pablo Neruda abusó sexualmente de una mujer. Ante semejante realidad, muchas personas recurren a uno de dos extremos: Por un lado, tenemos el miedo a señalar los errores y defectos de estas grandes personalidades para no restarle mérito a sus logros. Por otro lado, tenemos la cancelación retroactiva, en la que se juzga el pasado por los estándares del presente.

Al lidiar con los errores de sus personajes, la Biblia asume una actitud equilibrada. No oculta que Abraham mintió (Génesis 20: 13), que David adulteró y asesinó (2 Samuel 11) ni que Pedro negó al Señor (Mateo 26: 69-74). De hecho, los errores de estos personajes nos ayudan a entender que Dios no escoge seres humanos perfectos para llevar a cabo sus planes, sino que él tiene el poder de utilizarnos incluso a pesar de nuestras imperfecciones. Por otro lado, los errores de los personajes bíblicos no le restan nada a su mensaje. Así como nadie aprobaría la destrucción de las pirámides de Egipto porque en su construcción se usaron esclavos, nadie tampoco debería dudar del mensaje de la Biblia solo porque los profetas y apóstoles cometieron errores.

La gran realidad es que tanto nosotros, como los personajes bíblicos, «tenemos esta luz que brilla en nuestro corazón, pero nosotros mismos somos como frágiles vasijas de barro que contienen este gran tesoro. Esto deja bien claro que nuestro gran poder proviene de Dios, no de nosotros mismos» (2 Corintios 4: 7. NTV).

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