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¿Entrarás a la fiesta?

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«Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte». Lucas 15: 10

Hace algunos años, mi vecino me invitó a formar parte del chat de WhatsApp de la comunidad donde vivo. Allí los vecinos comparten información sobre los proyectos comunitarios, suben imágenes de artículos que están vendiendo o donando y comparten información sobre servicios necesarios para la comunidad.

Pero quizás el tipo de mensaje que más abunda en el chat de mi comunidad es el de aquellos vecinos que son dueños de mascotas. Muy a menudo veo que suben una foto de algún perro o gato con el siguiente mensaje: «Mi pequeño perrito Fulano se ha extraviado. Por favor, ayúdenme a encontrarlo. Si lo han visto, por favor llámenme o envíenme un mensaje al 555-666-7777». De inmediato se ven los mensajes de empatía y solidaridad. Algunos participan de la búsqueda y otros comparten la información en otros grupos y círculos. Casi siempre, pocos días después, los dueños suben otra foto señalando que han encontrado la mascota perdida. Y una vez más todo el grupo se une en celebración.

En Lucas 15, Jesús contó tres parábolas que tienen el propósito de ilustrar cómo reacciona el cielo cuando un pecador se arrepiente. Esto resulta obvio cuando consideramos que, a pesar de las diferencias entre las parábolas, las tres finalizan con una fiesta.

La parábola de la oveja perdida y la de la moneda perdida terminan describiendo la alegría que hay en el cielo cuando un pecador se arrepiente. Pero la última parábola introduce un elemento adicional.

En la parábola del hijo pródigo, cuando el padre hace una fiesta para celebrar el regreso del hijo, el hermano mayor se rehúsa a entrar. No quiere unirse a la celebración. Representa a algunos de nosotros que, aunque hemos sido rescatados por Dios, paradójicamente, no nos alegramos cuando otros regresan al Padre.

Creo que esa es la razón por la que Jesús dio un final abierto a la tercera parábola. Ante la negativa del hijo, el padre explica que «había que celebrar» y la historia termina abruptamente. ¿Por qué? Porque cada uno de nosotros debe darle un final propio a esta historia. Cada cual debe decidir si entrará en la fiesta, si se alegrará de que Dios encuentre a los perdidos o si nos quedaremos afuera con el ceño fruncido. ¿Cómo te gustaría reaccionar?

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