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Morir como un grano

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«Te digo la verdad: si un grano de trigo no cae en la tierra y muere, sigue siendo el mismo grano. Pero si cae en la tierra y muere, produce muchos granos», Juan 12:24, PDT

En agosto de 2015 tuve el grato honor de predicar en la boda de mi hermano Lewis y mi cuñada Tánifel. Para esa ocasión escogí hablarles de la parábola del sembrador (Mateo 13: 3-9). Les expliqué que para disfrutar de un buen matrimonio, deben sembrar la buena semilla todos los días y no dejar nunca de sembrar, pues en el futuro cosecharemos lo que sembramos.

¿Te has fijado alguna vez en lo interesantes que son las semillas? Pueden ser diminutas, pero llevan en su interior un gran potencial. Cada semilla puede convertirse en una planta o en un árbol, y para eso tiene que pasar por un proceso difícil y doloroso. Tiene que ser enterrada, tiene que morir, tiene que romper su cáscara, brotar y crecer, resistir el frío, el calor, la sequía y las plagas. Pero al final vale la pena, porque en lo que se convierte la semilla puede dar sombra, adornar, alimentar y sobre todo reproducirse. Una sola semilla puede transformar, con el tiempo, todo un paisaje, puede atraer agua y convertir un lugar desértico en una hermosa pradera. Pero nada de esto es posible mientras es solo una semilla.

Algo similar ocurre con cada ser humano. Cada uno de nosotros lleva en su interior un enorme potencial. Tú que me estás leyendo en estos momentos tienes la capacidad de crecer y producir mucho fruto. Dios te creó para que realices grandes hazañas que se traduzcan en amor, servicio, bondad y bienestar para el mundo. Sin embargo, muchas veces, para alcanzar nuestro máximo potencial, tenemos que aprender a morir como una semilla. Sí, los que aspiramos a alcanzar el ideal divino tenemos que estar dispuestos a morir, al egoísmo, a las comodidades e incluso a las excusas que a menudo esgrimimos.

Jesús es el mejor ejemplo de «morir» para alcanzar una meta. Él, «soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría» (Hebreos 12: 2). Si deseas realizar un impacto en el mundo, comienza hoy muriendo al yo. Los frutos no se harán esperar.

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