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Ayer realizamos una radiografía a la forma en la que opera la tentación en la mente humana. Después de escuchar a la serpiente, Eva decidió comer del fruto prohibido e incluir a Adán en su rebelión. Aunque me gustaría decir que «el resto es historia», lo cierto es que no muy a menudo reflexionamos en lo que pasó después. Así que hoy te quiero invitar a considerar los resultados del pecado utilizando el mismo esquema de la meditación de ayer. Hagamos una radiografía de lo que pasó aquella tarde en el huerto de Edén, reflexionemos en la historia y aprendamos de ella.
«En ese momento se les abrieron los ojos» (vers.7) Consciencia de un cambio.
«los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos» (vers. 7) Sentimiento de vergüenza y vulnerabilidad.
«cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas» (vers. 7) Justificación propia.
«a la hora en que sopla el viento de la tarde» (vers. 8) Postergar la búsqueda de Dios.
«corrieron a esconderse de él» (vers. 8) «tuve miedo» (vers. 10) Relación con Dios fracturada. Miedo,
«La mujer que me diste por compañera» (vers. 12) «La serpiente me engañó» (vers. 13) Culpar a los demás y a Dios por nuestros errores.
«Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos» (vers. 16)» la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa» (vers. 17) «en tierra te convertirás» (vers. 19) Efectos del pecado sobre las personas, las relaciones, la naturaleza y la vida.
El relato de la caída de nuestros primeros padres encierra dos grandes lecciones. En primer lugar, es importante reconocer que nuestros actos tienen consecuencias, algunas de las cuales podemos experimentar de inmediato, mientras que otras pueden manifestarse a largo plazo. En segundo lugar, a pesar del grave error cometido por Adán y Eva, Dios les ofreció perdón y gracia. Proveyó una solución inmediata al problema de la desnudez al confeccionarles túnicas de pieles y vestirlos (Génesis 3: 21), y una solución definitiva, aunque a largo plazo, para el problema del pecado (Génesis 3: 15). Pablo estaba en lo cierto cuando escribió: «Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Romanos 5: 20, RVC).