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¿Te atreverías a llamar por teléfono al dueño de una compañía multimillonaria para solicitar piezas de repuesto para un proyecto? Si piensas que sería una pérdida de tiempo, te invito a reconsiderarlo, porque hace varios años, eso fue precisamente lo que hizo Steve, un joven de California que quería construir un contador de frecuencia.
Un día, Steve buscó en la guía telefónica el número de la casa de Bill Hewlett, el cofundador de la famosa compañía de tecnología Hewlett-Packard (HP). «Buenos días, ¿señor Hewlett? Soy Steve, tengo doce años y soy estudiante de secundaria. Quiero construir un contador de frecuencia. ¿Tendrá usted algunas piezas de repuesto que me regale?». El señor Hewlett no podía creerlo, así que soltó una risa, pero no solo le regaló las piezas al joven, sino que ese mismo verano le ofreció trabajo en su compañía. Su labor consistía en colocar tornillos y tuercas en la línea de ensamblaje de los contadores de frecuencia.
Varios años después, Steve recordó la experiencia. Ya no era un jovencito de secundaria, sino un famoso visionario, creador del iPod, el iPhone, el iPad y cofundador de Apple, la compañía más grande del mundo. «Muchas personas se pierden de grandes experiencias simplemente porque no piden -comentó-. Y eso es lo que separa a los que logran grandes cosas de los que solo sueñan con hacerlas. Tienes que actuar, estar dispuesto a fallar. Si no pides, nunca llegarás lejos».
Si pedir parece ser la clave para emprender y tener éxito en el mundo de los negocios, ¿te puedes imaginar sus implicaciones en el ámbito espiritual? Por eso no me sorprende que Jesús se haya tomado la molestia de enseñarnos a pedir. En Lucas 11 el Maestro nos invita a pedir para que Dios nos dé. «Porque el que pide, recibe» (Lucas 11: 10). ¿Será que muchos nos estaremos privando de grandes experiencias y bendiciones porque no nos animamos a pedir? Dios está más dispuesto a darnos sus bendiciones de lo que el señor Hewlett estuvo por darle piezas de repuesto a Steve Jobs. Solo tenemos que estar dispuestos a acercarnos en oración a él, y pedirle en el nombre de Jesús (Juan 14: 13). ¿Tendrás hoy la audacia de pedirle a Dios?