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Tres prioridades

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«Al final de cada tercer año, lleva todo el diezmo de la cosecha de ese año a la ciudad más cercana y almacénalo allí. Dáselo a los levitas[...] y también a los extranjeros [...], a los huérfanos y a las viudas». Deuteronomio 14: 28-29, NTV

Permíteme ir directo al punto: hoy quiero hablarte del diezmo. Sí, sé que no es un tema muy popular, ni tampoco suele incluírselo mucho en libros de meditaciones para jóvenes. Pero te invito a leer esta página hasta el final, pues quizás aprendas algo nuevo que te ayude a administrar mejor tu dinero.

Contrario a lo que muchos piensan, el Antiguo Testamento no habla de un diezmo, sino de tres. Si algunos tenemos problemas para devolver un diezmo, ¡imagínate si habláramos de tres! El primero es el que todos conocemos y practicamos hoy en día: la décima parte consagrada a Dios (ver Levítico 27: 30-32), y que se usaba para el sostén de los levitas por su servicio en el templo.

El segundo diezmo se encuentra en Deuteronomio 14: 22-27. Mucho antes de que se inventaran las vacaciones, la ley levítica exigía al judío subir a Jerusalén para las fiestas religiosas. Estas fiestas funcionaban como vacaciones para la familia y para cubrir los gastos, el padre de familia apartaba un segundo diezmo. Así que el «segundo diezmo» se empleaba para el bienestar del ser humano y la familia. El tercer diezmo era para los pobres. Según Deuteronomio 14: 28-29 se daba solo cada tres años y el texto sugiere que formaba parte de un proyecto comunitario en el que todos tenían que cooperar. Este diezmo, por lo tanto, era para el prójimo. La historia señala que la costumbre de dar tres diezmos se había mantenido hasta el tiempo de Cristo, * y muchos judíos de la actualidad todavía la practican.

Dios, mi familia y mi prójimo. ¿No crees que esta es una buena forma de administrar nuestro dinero? Al dar a Dios, reconocemos su soberanía sobre todas las cosas. Al destinar parte de nuestros recursos para el disfrute familiar, fortalecemos los lazos que nos unen. Y al dar a los necesitados, recordamos que no estamos solos en este mundo; somos parte de una gran familia humana. Tu sufrimiento es mi sufrimiento y, por lo tanto, tengo el deber de aliviarlo. Mucho o poco, ¿cómo estás administrando tu dinero? ¿Qué dice tu dinero sobre tus prioridades?

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