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William Mitchell Ramsay nació en Escocia como el hijo menor de la familia. Tras el fallecimiento de su padre cuando tenía seis años, se trasladó a la ciudad natal de su madre. Estudió en Göttingen, donde fue fuertemente influenciado por el escepticismo, y donde aprendió a dudar de la veracidad histórica de la Biblia.
Ansioso por demostrar que la Biblia no era más que un mito antiguo, Ramsay viajó a Asia Menor. En su época, la ubicación de la mayoría de las ciudades mencionadas por Lucas en los Hechos de los Apóstoles no era conocida, y tampoco se sabía mucho sobre la historia de esos lugares, aparte de las referencias bíblicas. Ramsay sostenía la creencia de que Lucas había escrito al menos cien años después de los eventos que narra, y suponía que el autor se había inventado los lugares. De este modo, creía que sería fácil demostrar lo que consideraba una falacia histórica. ¡Imagina la sorpresa que se llevó cuando encontró todos los lugares que Lucas menciona y se dio cuenta de que Hechos es un libro fiable! En su vejez escribió: «Me propuse buscar la verdad en la frontera entre Grecia y Asia y la encontré allí [en los Hechos de los apóstoles]. Las narraciones de Lucas son más confiables que las de cualquier otro historiador y pueden soportar el escrutinio más minucioso».
Después de su experiencia, Ramsay, antiguo crítico de la Biblia, se dedicó a defender la veracidad del Nuevo Testamento, concluyó que las trece Epístolas paulinas también son fidedignas y su nombre ha pasado a la historia como uno de los grandes arqueólogos de todos los tiempos.
La Biblia no es un instrumento de apologética, tampoco es un tratado científico o un libro especializado en la historia, ¡es la Palabra de Dios! Como tal, las Escrituras tienen el poder de convertir al acérrimo escéptico en un fiel creyente. Hoy te invito a dedicar un momento al inicio de tu día para meditar en la Palabra de Dios. Al leerla, obtendrás sabiduría; al creerla, encontrarás salvación; al practicarla, alcanzarás la santidad.