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El Evangelio de Lucas nos cuenta que Jesús, cuando fue invitado a predicar en la sinagoga de Nazaret, leyó el texto del profeta Isaías (61: 1-2) que recordamos hoy. Coincidiera este pasaje con el correspondiente a ese día en el calendario litúrgico, o lo escogiera expresamente, el hecho es que él proclamó el cumplimiento de esa profecía en su propio ministerio. Como Mesías, Cristo había venido al mundo a predicar, literalmente, «el año de gracia del Señor» (NBE).
Esta expresión se refería al año del jubileo. Nuestro término castellano «jubileo» tiene una raíz hebrea, yobel, que hace referencia al cuerno de carnero utilizado como trompeta para anunciar ese año excepcional, y una raíz latina, derivada del verbo iubilare, que significa gritar de alegría. Cuando Jerónimo vertió la Biblia del hebreo al latín entre los años 391 y 406, tradujo la palabra hebrea yobel por el término latino iubilaeus, con lo que quedó reforzado el matiz de júbilo del significado original que tenía la palabra en el antiguo Israel.
En el año de gracia todo descansaba, incluida la tierra. Se daba libertad a los esclavos, se cancelaban las deudas y se restituían a las familias de origen las posesiones que se habían tenido que malvender o hipotecar, o que se habían perdido por desahucio o por cualquier otra desgracia (Lev. 25: 10, 39-54). Así se recordaba que Dios es el dueño y que nosotros solo somos sus administradores.
Los israelitas apenas observaron esta práctica mientras tuvieron un país propio, es decir, desde la colonización de Canaán hasta la deportación a Babilonia. El Talmud asegura que desde la dispersión de los israelitas forzada por Roma a finales del siglo primero, ya no hubo más jubileos, puesto que la mayoría de los judíos vivían en tierras que no eran suyas, ajenas al principio del año de gracia. Jesús parece ser el último judío que promovió públicamente la celebración de ese año solidario que invita a agradecer a Dios lo que tenemos y a compartir con los que tienen menos.
¡Qué hermoso sería que hoy, cuando solo unos pocos acaparan la mayoría de los bienes del mundo, respondiéramos a la intención divina con algún gesto concreto de amor, de solidaridad y de esperanza para los más desfavorecidos y decidiéramos que este fuese para nosotros un año de gracia!
Señor, muéstrame qué puedo hacer para que este sea un año de gracia.