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Llegar a la cima, destacar sobre los demás, ser los primeros en algo, triunfar donde otros fracasan, no suele ser nunca fácil. Caer desde lo alto ocurre, tristemente, con mucha mayor facilidad.
Por desgracia, desde Elvis Presley o Michael Jackson hasta Marilyn Monroe o Amy Winehouse, en nuestra cultura hay demasiados casos de «estrellas» intensamente admiradas y hasta irracionalmente idolatradas por sus seguidores, que desaparecieron de manera prematura.
Cuando escribo estas líneas (27.11.2020) acaba de apagarse una estrella fugaz que llenaba de orgullo y admiración a sus fans, hasta el punto de que muchos de ellos le atribuían el calificativo de «dios».
Triste carrera meteórica de quien consigue pasar casi sin transición de la miseria a la inesperada fama, de la popularidad a la vanagloria, de ella a la arrogancia y de allí a los lamentables abusos de la insensatez.
Estrepitosa caída de un ídolo con pies de barro provocada por los excesos derivados de su propio ensalzamiento. ¡Cuántos «famosos» como él, en el efímero mundillo del espectáculo de masas - música, TV, cine o deporte - acaban prematuramente derrotados, destrozados por el desenfreno sexual, el juego o las drogas!
Sin querer juzgar a ninguno de ellos personalmente, me entristece ver que jóvenes dotados de talentos prometedores, e incluso geniales, que hubieran podido multiplicar sus éxitos en los escenarios o en los mayores estadios del mundo, acaban hundidos por los excesos de su vida privada.
A menudos salvados al borde de la muerte a base de costosos y largos tratamientos e internamientos psiquiátricos, para sucumbir al fin, tras constantes recaídas, en una carrera marcada, y finalmente truncada, por enfermedades letales o sobredosis.
Esta advertencia de Jesús no tiene nada que ver con los triunfos personales de una sana autoestima, porque Cristo nos enseña a amar a nuestro prójimo «como a nosotros mismos» (Mat. 22: 29). Tiene que ver con la soberbia y la arrogancia de quien se deja marear por el éxito y acaba mirando por encima del hombro a quienes tiene debajo. Las diversas traducciones lo dejan claro. La advertencia de Jesús es para quien «se ensalza» (JBS), «se engrandece» (DHH), «se exalta» ((NTV) o «se cree muy importante» (PDT).
Señor, no tengo nada de que enaltecerme. Recuérdamelo hoy.