Regresar

Toque sanador

Play/Pause Stop
«La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y en seguida le hablaron de ella. Entonces él se acercó, la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente se le pasó la fiebre y los servía» (Mar. 1: 30-31).

Me llama la atención observar que Jesús realiza sus curaciones con una asombrosa economía de medios. Lo contrario de lo que era -y sigue siendo- frecuente en los curanderos, que suelen atraer la atención hacia su terapia. Todo en los gestos, palabras y actitudes de Jesús denota una admirable discreción. A diferencia de la mayoría de los relatos de la antigüedad sobre taumaturgos, los textos de los Evangelios irradian sobriedad, sencillez y una brevedad desconcertante.

Jesús encarna de modo perfecto, además de la competencia profesional, la humildad y la dulzura que requiere el trato con los que más sufren. Estas son, en realidad, las dos virtudes que el evangelio subraya para definir su talante (Mat. 11: 29). Un simple ademán de simpatía, una mano que toca a un cuerpo enfermo (8: 15), una mirada afectuosa, una palabra de ánimo, una pregunta que facilita la relación con el paciente. Se trata de actitudes que también valorizan la dignidad de la persona.

Él fomenta la discreción y el saber actuar según las circunstancias particulares del enfermo, en este caso una mujer acostada a la que toma de la mano para levantarla. Jesús nos da pautas cuando lleva a cabo sus intervenciones acompañándolas del gesto preciso: acaricia los ojos cerrados de un ciego (Mat. 9: 29) o acerca sus dedos a los oídos de un sordomudo (Mar. 7: 33). La gente viene a suplicarle que tome en brazos a sus niños y pose sus manos sobre los enfermos (8: 22-25). Él se atreve incluso a tocar leprosos (Mat. 8: 3).

Muchos profesionales, sobre todo de la salud, aunque esto también es aplicable a pastores, psicólogos o profesores y a cada uno de nosotros, pasamos por la vida acorazados con prejuicios y reservas sociales que nos separan de quienes convendría que nos sintiesen cercanos.

El contacto personal, el toque físico oportuno, incluso el abrazo en ciertos casos, siguen siendo, en muchas ocasiones, el gesto más apropiado. Sin darnos cuenta, a menudo el toque sanador divino pasa por nuestras manos.

Señor, te ruego que hoy todos mis contactos lleven el toque sanador de tu gracia.

CON JESÚS HOY

Matutina para Android