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La oración del joven campesino

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«Vuestro Padre que está en los cielos [...] hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mat. 5:45).

Cuenta la parábola que un día, después de una tormenta que le había perjudicado la cosecha, un joven campesino acudió a la oficina de reclamo del cielo y dijo:                    » Tengo una protesta importante. Los ángeles que se ocupan del tiempo en esto de la agricultura tienen mucho que aprender».

El Señor le respondió: «¿Cuál es tu petición, qué quisieras de ellos?».                                                                     El granjero repuso: «Como es bastante largo de explicar, propongo que los servicios del cielo se limiten a responder a mis oraciones, y hagan exactamente lo que yo pida. Dame un año, déjame que las cosas se hagan como yo quiero y ya veremos lo que pasa«>.

El Señor, que es pura misericordia, aceptó y le concedió al campesino un año de respuestas garantizadas a sus oraciones. Como es natural, el campesino pidió buen tiempo y solo buen tiempo. Todo a su gusto. Cuando quería sol había sol, cuando quería lluvia había lluvia.

Ese año todo fue a pedir de boca. Hasta que llegó el momento de la cosecha. El trigo había crecido tan alto que el granjero creía que iba a tener trigo para diez años. Pero cuando se trillaron las gavillas y se separó la paja del grano, este descubrió espantado que tenía una cosecha insignificante, la peor de su vida. Casi todo era paja, las espigas estaban casi vacías.

De modo que el campesino se dirigió de nuevo a la oficina de reclamos del cielo y gritó: «¿Qué ha pasado, Señor?, ¿por qué este resultado?».

El Señor le respondió: «Amigo, te he dado todo lo que pediste. Solo que te equivocaste al pedir solo buen tiempo, porque en este mundo el trigo está programado para enfrentar adversidades y necesita tanto el invierno como el verano, el frío como el calor, la noche como el día, la lluvia como el tiempo seco, la tormenta como la bonanza. Todo hace falta para formar el grano, fuerte, duro y rico».

Por el mero hecho de ser creyentes, quisiéramos no tener problemas. Sin embargo, las tormentas también afectan a los campos de los seguidores de Cristo. El sol sale sobre buenos y malos y la lluvia cae sobre justos e injustos (Mat. 5: 45). Dios no puede, simplemente, cometer la injusticia de satisfacer solo a algunos, en un mundo en el que los humanos nos equivocamos y somos a la vez responsables y víctimas de nuestras propias decisiones.

Señor, ayúdame a asumir tu imparcialidad y a aprender de mis pruebas.

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