Regresar

Venido para salvar

Play/Pause Stop
«Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él«(Juan 3: 17).

Los doctores de la ley conocían muy bien las esperanzas del pueblo de Israel, bastante deformadas por teorías nacionalistas y tradiciones no siempre muy piadosas. Basándose en las profecías de Daniel 7, enseñaban que la misión del Mesías esperado sería la liberación de Israel y el juicio de las naciones, empezando por Roma.

Una descripción talmúdica del juicio final, redactada sin duda más tarde en la historia, comienza del siguiente modo:

«En aquel día, el único Santo, bendito sea, tomará el libro de la Ley, lo abrirá sobre su regazo y dirá: "Que todos los que tengan alguna obra que presentar vengan a recibir su recompensa" [...]. Primero vendrá el reino de Roma, porque es el mayor; y el único Santo, bendito sea, le preguntará: "¿Qué has hecho?". Roma responderá: "Señor del universo: He construido muchos mercados, he erigido hermosas termas, he acumulado plata y oro en abundancia; todo ello lo hice para que Israel pudiera dedicarse en paz a estudiar la Torah". El único Santo, bendito sea, le responderá: "¡Pueblo insensato más que ningún otro en el mundo! Todo lo has hecho en tu propio beneficio; construiste mercados para alimentar tus prostíbulos; erigiste casas de baños para recrearte en tus placeres; en cuanto al oro y la plata, ambos me pertenecen" [...]». El juicio se termina con la destrucción de Roma y demás naciones, y la glorificación de Israel. (Ver Aboda Zara 2 a, b).

Por eso las palabras de Jesús debieron de impactar la mente de Nicodemo con toda la fuerza de una revelación: «Dios no envió a su hijo al mundo para condenar el mundo, sino para que el mundo sea salvo por él».

El Mesías no vino al mundo a condenar sino a salvar. Pensar que Dios rechaza a los pecadores sería como decir que el sol se esconde de los ciegos.

Si Dios ama sin barreras y desea la felicidad de todos, sin medida, su objetivo al enviar al Mesías no puede ser el juicio, como el grupo de Nicodemo esperaba. El juicio será la última consecuencia de la libertad humana, al final de la historia.

Su misión es llevar a la vida. Ahora y siempre. No destruir a algunos y salvar a otros, sino traer esperanza para todos.

Y como no quiere súbditos forzados, su reino no se impone por el poder de la fuerza, sino por la persuasión del amor.

Gracias, Señor, porque viniste a salvarme y no vas a dejarme hasta conseguirlo. Recuérdamelo cuando me asalte la tentación.

Matutina para Android