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La vida es bella

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«Yo he venido para que tengan vida» (Juan 10: 10).

El Doctor Jean Flori ha sido uno de los mejores medievalistas de nuestro tiempo. Doctor en Ciencias Humanas, fue durante muchos años director de Investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia. Es autor de un centenar largo de artículos especializados y de unos veinte libros sobre espiritualidad e ideologías religiosas medievales, las órdenes de caballería, las Cruzadas, la guerra santa y las relaciones entre el cristianismo y el islam.

En mis años universitarios tuve el privilegio de ser alumno suyo de varias materias de historia, y entre nosotros se desarrolló una amistad que duró hasta su muerte (18 de abril de 2018). Es el único de mis profesores que consiguió que lo tratase de tú.

El profesor Flori, además de poseer una enorme cultura, una inteligencia fuera de lo común y un finísimo sentido del humor, era un gran deportista y un hombre de fe. Le encantaba navegar, y llevaba una vida muy activa y saludable. Recuerdo con qué ilusión adquirió un pequeño barco de una sola vela con los beneficios de sus royalties.

Sin embargo, durante los últimos diez años de su vida tuvo que hacer frente a un doloroso cáncer. Tras luchar contra él con entereza admirable, la enfermedad venció, pero no pudo con su fe, ni con su amor a la vida. En su último mensaje (25.12.2017) me decía, entre otras cosas, estas palabras textuales: «La vie est belle, même pour un malade comme moi» (La vida es hermosa, incluso para un enfermo como yo). El profesor Flori sabía apreciar el valor de la vida. No solo de la vida eterna prometida, sino también de esta, a pesar de todas sus deficiencias.

Hemos sido creados para la vida. Jesús va aún más lejos y nos dice que la vida que desea para nosotros es una vida «abundante». Esta palabra (en griego perisson), significa 'exuberante, más allá de la medida, considerablemente más de lo que uno esperaría. En definitiva, Jesús desea para nosotros una vida mucho mejor que la que vivimos y que la que podamos imaginar. Esa es la vida que nos tiene preparada.

Como dice el apóstol Pablo: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman» (1 Cor. 2: 9). Más allá de nuestras pruebas, Dios es capaz de «hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos» (Efe. 3: 20, RVR1977).

Señor, a pesar de mis problemas, dame hoy vida abundante.

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