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Mantener la fe en un país que acababa de salir de una guerra en la que el nacionalcatolicismo había impuesto su dictadura no fue siempre fácil para muchos creyentes de otras denominaciones. Sobre todo, en un medio rural, para quienes éramos una minoría insignificante, cristianos, adventistas, protestantes en la España del general Franco.
Como no podíamos reunirnos abiertamente, ya que nuestro local de culto había sido precintado por la policía, los adolescentes de la iglesia de Liria a menudo nos congregábamos en las ruinas de una presunta antigua mezquita, transformada en ermita de Santa Bárbara tras la expulsión de los musulmanes. Profanada y abandonada para el culto tras su ocupación por tropas francesas, utilizada como prisión en las guerras carlistas y como paredón de ejecución en la Guerra Civil, sus ruinas-testigo histórico de la intolerancia humana nos dieron precario refugio durante años.
Allí nos encontrábamos con la «hermana Joaquina», que por entonces se ocupaba de nuestra comunidad, y allí conocimos a Conce, una chiquilla de nuestra edad que, a pesar de la oposición de su familia, deseaba seguir ese camino minoritario para llegar a Cristo.
Conce acudía a ese lugar los sábados por la tarde para recibir estudios bíblicos y socializar con nosotros. Hasta que se enteraron sus padres, que le prohibieron de modo terminante tener cualquier relación con «esos herejes». Pero cada vez que podía escaparse de casa, venía a estudiar la Biblia y a orar con nosotros. Amonestada por los sacerdotes, amenazada por sus padres, Conce se mantuvo firme en su fe, con una valentía que nos impresionaba. Como todavía era menor y no estaba dispuesta a renunciar a sus creencias a pesar de todas las presiones, Conce fue finalmente castigada a permanecer encerrada en un convento de monjas católicas hasta su mayoría de edad.
¡Cuánto oramos y lloramos por ella! ¡Y qué alegría la nuestra cuando, ya cumplida la edad legal, Conce pudo por fin entrar en las aguas del bautismo!
Conce es, en la misma pequeña iglesia en la que nos conoció, una de las personas más cristianas, más gozosas, más generosas Y fieles que conozco. Y su testimonio sigue siendo hasta hoy, para mí y para quienes la conocimos en aquellos tiempos difíciles, una inspiración y un ejemplo.
Señor, hoy te ruego por todas aquellas personas que sufren por su fe, y te pido que mi fe nunca desfallezca en las pruebas.