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Me gustan mucho los faros. A pocos kilómetros de mi casa, cada noche, sus destellos, el faro de Canet d´en Berenguer. Me resulta tranquilizante saber que, mientras nosotros descansamos, ese faro sigue alumbrando la costa de nuestro mar a muchos kilómetros a la redonda.
No hace mucho cumplí mi deseo de visitar el faro más antiguo del mundo, todavía en funcionamiento. Se trata de un faro construido por los romanos en el siglo I, en tiempos de los apóstoles. Hoy lleva el nombre de» Torre de Hércules», y se encuentra en la costa de la ciudad de A Coruña, en las hermosas tierras de Galicia (España). ¿A cuántos barcos habrá ayudado a evitar los rocosos escollos de ese litoral, en casi dos mil años de servicio?
Los faros se sitúan en lugares altos y visibles, porque su misión es alumbrar a gran distancia, cuanto más lejos posible. Pero nuestro texto no habla de faros.
Habla de dar luz, centrándose en la imagen de nuestras lámparas domésticas. Porque estas modestas fuentes de luz hogareñas también cumplen, a nivel mucho más humilde, la importante misión de alumbrar «a todos los que están en casa». Y, por eso, son una metáfora mucho más cercana y concreta de nuestra misión como creyentes en un mundo a veces oscuro y, a menudo, peligroso.
La palabra traducida aquí por «vasija» en realidad se refiere a un almud (en griego modios), una medida de capacidad caída en desuso en nuestras sociedades industriales, con una cabida de unos diez decímetros cúbicos, que durante siglos había servido para medir el grano o la harina. Como era de madera y tenía forma de caja más o menos cúbica, en las viviendas humildes solía usarse puesta boca abajo, como una mesa, para mantener en alto una lámpara con la que se alumbraba a quienes estuvieran en la estancia.
Si nuestra misión de creyentes es «dar luz», cuando no lo hacemos, cuando no estamos dispuestos a compartir, nuestro testimonio se queda «debajo de un almud», y nuestra luz «brilla» de manera tan inútil e insensata como lo haría una lámpara debajo de un cajón.
Señor, ya sé que la luz de mi lámpara está muy lejos de parecerse a la de un faro. Dame el gozo de compartir la pequeña luz de mi lámpara sobre el modesto almud de mi entorno.