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Perlas verdaderas y falsas

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» También es semejante el reino de los cielos a un mercader que busca perlas finas... » (Mat. 13: 45).

En julio de 1990 tuve el privilegio de colaborar en una campaña de evangelización en la bellísima isla de Tahití, en la Polinesia Francesa. Habiendo escogido como tema de mis conferencias las parábolas de Jesús, un día me correspondió predicar sobre la parábola de «la Perla de gran precio» (Mat. 13: 45-46). Recuerdo haber comentado que, no siendo un experto, personalmente tendría una gran la dificultad en distinguir una perla verdadera de una falsa. Y que me encantaría, buceando por aquellos mares, encontrar una perla verdadera, por pequeña que fuera. ¡Cuál no sería mi sorpresa, al día siguiente, recibir de parte de uno de los asistentes, que tenía una «granja» dedicada al cultivo de perlas, una bellísima perla negra, evidentemente auténtica, que mi i esposa guarda todavía como un valioso tesoro!

El mercader de perlas de la parábola de Jesús, como buen experto, ha visto muchas perlas hermosas. Pero ninguna le satisface plenamente. Por eso tiene mucho cuidado con las imitaciones. Y por eso también, al encontrar la gema soñada, lo vende todo para adquirirla. Su descubrimiento le produce tal gozo que ningún precio le parece demasiado elevado. El desprenderse de todo lo anterior no tiene nada que ver con la renuncia o el sacrificio. La suya no es una operación arriesgada o absurda: se trata de una jugada fabulosa. Todo palidece ante la maravilla del hallazgo. El resto de sus joyas aparece en su cruda realidad como bisutería barata. Deshacerse de ellas es el negocio de su vida.

Porque lo importante en la parábola de la perla, como en la del tesoro, no es el modo del encuentro, sino el gozo producido por el precioso hallazgo. El mercader de perlas toma conciencia de que el reino de Dios,- la salvación- vale infinitamente más que todas las piezas de bisutería que ha ido acumulando. Por eso, en un presente decisivo se deshace del pasado para asegurarse el futuro.

En nuestras sociedades de consumo, todos somos mercaderes o clientes de baratijas y de cosas que nos cuestan muy caras. Mercaderes ajetreados, clientes insatisfechos, víctimas y beneficiarios de malos negocios y de estafas. El gran supermercado del mundo está lleno de fabricantes y dealers de sueños. Vendedores de utopías, estafadores de almas, pregoneros de sucedáneos de felicidad. Proveedores de narcóticos y drogas de todas las índoles, traficantes de ideas espurias que intentan deslumbrarnos y distraernos, con su brillo falso, del fulgor de la perla auténtica.

Señor, me has hecho el regalo de la perla de la salvación. No dejes que jamás la pierda.

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