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Los llamados castells (de «castillo» en catalán) son torres humanas de varios pisos de altura que se erigen en ciertas fiestas de varias localidades del Levante español. Con una tradición de más de doscientos años de historia, estas «torres» gozan de un alto valor simbólico dentro de la sociedad catalana, y han recibido un importante reconocimiento internacional como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
En cada Castell interviene un numeroso grupo de hombres y mujeres de todas las edades que se entrenan durante todo el año para sus actuaciones, a las que suelen invitar a amigos, familiares, aficionados y espectadores espontáneos.
Los castells son un singular ejemplo de trabajo en equipo, y de cultivo de otros admirables valores. Para formar castillos humanos altos, sólidos y seguros, se necesitan hábil planificación y mucha disciplina. La coordinación entre todos los participantes, desde la enxaneta (niño o niña que lo culmina) hasta cualquiera de las personas que forman la base o pinya, es vital para que la torre se monte y desmonte sin problemas, de forma armónica y acompasada.
Un castell es, también, un ejemplo de solidaridad, de compañerismo, de persistencia en el entrenamiento, de tenacidad y esfuerzo inclusivo, ya que se trata de una actividad en la que todos los participantes tienen que aportar algo en un espacio de integración, de convivencia y comunicación intergeneracional abierta.
El objeto de las palabras de Jesús es que tomemos conciencia de la seriedad de nuestra misión como discípulos suyos, y motivarnos a ser responsables al dedicar toda la atención y el cuidado que merecen nuestros esfuerzos en la construcción de un mundo mejor.
Si eso es necesario para cualquier edificación humana, por modesta que sea, si la planificación inteligente se requiere hasta para levantar una torre de castellers, destinada a durar unos breves minutos, ¡cuanto más lo será la construcción de algo que deseamos que sea tan duradero como la transmisión del mensaje de salvación a toda la humanidad! Actuar a la ligera, de manera precipitada o inconsecuente, es correr el riesgo de que nuestros fracasos empañen de oprobio la causa del evangelio.
Señor, dame el valor, la inteligencia y la solidaridad que necesito para «arrimar el hombro» a mi parte en tu obra.
CON JESÚS HOY