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Llenos del Espíritu de Cristo

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«Entonces Jesús les dijo otra vez: "¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío". Y al decir esto, sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo"» (Juan 20: 21-22).

Este gesto de Jesús de soplar sobre sus discípulos me sorprendió durante bastante tiempo. Solo cuando estudié el pasaje más a fondo comprendí que debía entenderlo en el contexto cultural en el que vivían los apóstoles. El gesto de Jesús, arraigado en la tradición de los gestos concretos de los profetas del Antiguo Testamento, estaba muy claro para su entorno, ya que tanto en hebreo (ruaj) como en griego (pneuma) la palabra que designa el soplo, el aliento, el viento y el espíritu son la misma (cf. Eze. 37: 5-14; Juan 3: 8; Hech. 2: 2). El símbolo y la realidad se aclaran el uno al otro: Jesús sopla simbólicamente porque desea que los apóstoles estén llenos realmente de su Espíritu.

Mi yerno Davide, antes de ser profesor de filosofía y ética en la Universidad de Andrews (Michigan, Estados Unidos), fue profesor de educación física y deportes en Europa, y capellán de numerosos atletas en los Juegos Olímpicos de Invierno del año 2006 en Turín (Italia). Juntos hemos comentado muchas veces las metáforas deportivas utilizadas por la Biblia para ilustrar el evangelio. Pero él me ayudó a comprender el gesto de Jesús soplando sobre sus discípulos con una metáfora moderna. Con su permiso, refiero aquí un par de reflexiones espirituales suyas, destinadas en principio a jugadores de futbol, basadas en un simple balón.

La primera es que un balón solo funciona bien si está debidamente hinchado. Y que un cristiano solo funciona bien si está lleno del soplo divino del Espíritu. Porque si el balón no está bien hinchado y no es perfectamente esférico, se desvía sin remedio. Un cristiano, si no tiene un desarrollo armonioso y no está lleno del Espíritu, también se desvía.

La segunda es que todo balón sirve más a los objetivos del partido cuando es compartido que cuando algunos jugadores lo retienen para jugar ellos solos. El cristiano está llamado a compartir con otros sus «jugadas» al servicio de las metas del gran entrenador. Para alcanzarlas se requiere compartir el balón del evangelio con otros y no retenerlo, siguiendo bien las órdenes del capitán del equipo.

Es evidente que las afinidades entre nuestra misión cristiana y los objetivos de cualquier deporte son superficiales. Pero al igual que Pablo se inspiraba de los atletas de su tiempo para estimularnos en la vida cristiana (1 Cor. 9: 24-27), también nosotros podemos sacar lecciones espirituales hasta de un balón de futbol.

Señor, necesito tu Espíritu hasta para respirar. Gracias por aceptarme en tu equipo.

CON JESÚS HOY

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