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Cuando escribo estas reflexiones todavía me encuentro bajo el choque de la emoción. Después de más de dos larguísimos meses Cuidados Intensivos de un hospital de nuestra ciudad, esta mañana nuestro amigo Daniel ha sido dado de alta tras una grave hospitalización a causa de la Covid-19. ¡Cuántas oraciones elevadas en su favor, cuantas lágrimas derramadas, cuantas súplicas dirigidas al cielo pidiendo este desenlace!
Su esposa nos ha enviado un corto vídeo del momento en que abandonaba esa unidad del hospital en medio de los aplausos y de la alegría de sus cuidadores, todo un equipo de médicos, enfermeras, auxiliares de clínica, ayudantes sanitarios, camilleros, etcétera, que lo han atendido sin cesar día y noche, y hasta han arriesgado sus vidas por ayudarle a recuperar su salud.
Un enfermo grave salvado de la muerte, aunque sea temporalmente, es un motivo de gozo indescriptible para sus seres queridos y para todos aquellos que se han visto implicados en su curación. ¡Cuánta mayor no será la alegría en el cielo por cada persona que sale de la infección mortal del pecado para aceptar la vida eterna que Dios nos ofrece en su infinita gracia!
gozo del cielo (expresión preferida por Mateo para referirse a Dios) es el punto central de la parábola. El término traducido aquí por «gozo» (jara), tiene la misma raíz que la palabra para «gracia» (jaris), y que la expresión que se utilizaba para expresar la alegría de saludar a alguien querido (jaire). Se trata, pues, aquí de un término muy humano, pero que intenta describir el sentimiento inefable de felicidad que Dios experimenta, a su escala, por la alegría de recuperar la compañía de alguien a quien deseaba mucho tener consigo.
Se trata, en fin, de la alegría de la salvación conseguida. La oveja perdida ha sido recuperada. No terminará su vida en las fauces del lobo, sino en los brazos amantes del buen pastor, que no dudó en dejar la seguridad del redil y arriesgar su vida para traerla de vuelta a casa.
Señor, dame a mí también el gozo de contribuir, por insignificante que sea mi parte, al regreso a ti de algún pecador. Y que nada de lo que haga hoy empañe tu gozo.
HACIENDO MI PARTE EN LA MISIÓN