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Equilibrio

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» Yo os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas» (Mat. 10: 16).

La misión que Jesús confió a sus seguidores tiene riesgos. Choca con los intereses creados de algunos, que se oponen a ella. Por eso, para llevarla a cabo, se requiere a la vez el atrevimiento de las palomas y la prudencia de las serpientes. Estas virtudes son tan opuestas entre sí que solo Dios puede ayudarnos a ponerlas en práctica en igual medida, evitando tanto la imprudencia como la cobardía. Es un equilibrio difícil.

En un parque de la ciudad de Berna, llamado Rosengarten, a menudo he disfrutado viendo a jóvenes hacer lo que ellos llamaban slackline, un deporte urbano que consiste en andar y hacer acrobacias sobre una cinta plana, de solo unos cinco centímetros de ancha, tensada entre dos árboles, a una altura variable del suelo.

El reto consiste en mantenerse en equilibrio sobre la cinta tensa sin llegar a caer. Los deportistas me decían que la agilidad física no basta para dominar esta disciplina. Según ellos, la atención de la mente es el factor indispensable. En cuanto uno se desconcentra se cae. Es preciso tener un cuerpo en buen estado físico, para gestionar las caídas, pero hay que tener la fuerza mental capaz de concentrarse totalmente en lo que se quiere hacer. Y aprender a mantener o recuperar el equilibrio en todo momento, lo que solo se consigue evitando la menor distracción.

Todos coincidían en que, hasta llegar a hacerlo bien, hay que estar dispuesto a caer muchas veces, pero que esas caídas sobre aquel magnífico césped del parque nunca eran graves, porque también había que aprender a caer. Y añadían:

«Aquí solo funciona el sistema de "ensayo-error". El éxito solo llega al final de muchas pruebas».

No resulta sencillo mantener el equilibrio en ningún ámbito de nuestra vida. Ni sobre una estrecha cinta, ni sobre la más amplia plaza, avenida o autopista de nuestras relaciones sociales.

Tampoco es fácil conseguir el equilibrio religioso: el exceso de celo de algunos puede llevarlos al fanatismo, al proselitismo agresivo e incluso a la inquisición o la guerra santa, mientras que la presunta tolerancia de otros los lleva a la más completa indiferencia frente a las necesidades espirituales más urgentes de su prójimo.

Un buen ejemplo de equilibrio entre audacia y cautela es el que muestra Jesús cuando le preguntan sobre el deber de los creyentes de tributar al gobierno. En una respuesta genial de funambulismo religioso, responde:

«Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios».

Señor, dame tu equilibrio: hazme a la vez decidido y prudente.

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