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En su impresionante libro El imperio de la vergüenza, Jean Ziegler, destacado economista suizo, demuestra con datos verificables que para acabar con el hambre en el mundo bastaría con quererlo de veras. Hoy nuestro planeta dispone de medios para alimentar dignamente a toda la población mundial y, sin embargo, nunca hubo tantas víctimas innecesarias del hambre, la desigualdad y la injusticia.
Todo por la insolidaridad, la voluntad de dominio y la avaricia ilimitadas de unos pocos países empeñados en ser cada vez más poderosos, de algunas sociedades multinacionales que solo buscan ganar cada vez más dinero sin otras consideraciones, y de unos cuantos millonarios cuya codicia jamás parece saciarse. En gran parte como resultado directo o colateral de las políticas económicas de esos países, de esas compañías y de esos magnates, según el informe World Food Report de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 2019 unos 113 millones de personas sufrieron hambruna crónica y severa en 53 países.
Lo más triste es que la voluntad de lucro de unos pocos parece estar ganando la partida a todos los esfuerzos de buena voluntad de la comunidad internacional unida, con inclusión de las iniciativas de la Organización de las Naciones Unidas, las ayudas para el desarrollo de muchos gobiernos, el trabajo colosal de numerosas ONG o la ayuda social de unos cuantos filántropos y de ciertas iglesias.
Los cristianos no podemos permanecer indiferentes ante esta situación. Las palabras que Jesús pronunció en las afueras de Betsaida hace casi dos mil años, «Dadles vosotros de comer», siguen interpelando a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Por supuesto que ninguno de nosotros está personalmente obligado a resolver el problema del hambre en el mundo. Pero cada uno de nosotros será responsable ante Dios y ante sus hijos que sufren por lo que hayamos hecho con nuestros recursos en respuesta a su orden: «Dadles vosotros de comer».
Señor, dame hoy el amor y el valor de hacer mi parte.
ANTE LAS NECESIDADES DE MI ENTORNO