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Lejos de tratarse de una manifestación de resignación conformista («Siempre habrá pobres: no hay por qué darle importancia a ese tema) esta frase de Jesús hay que entenderla en el contexto de sus numerosas declaraciones en favor de justicia social de las que están llenos los Evangelios. Jesús lamenta que tengamos pobres en nuestras sociedades, porque Jesús fue el mayor defensor de los pobres frente a los que se enriquecen a su costa. Y no por eso fue «comunista».
Defender a los pobres de los que originan su pobreza con leyes injustas o salarios indignos no es ser comunista ni socialista; es el centro del Evangelio, hasta tal punto, que todos seremos juzgados por la actitud que tomemos frente a esta cuestión (Mat. 25: 31-46.). La orden divina es: «Abre tu boca en favor del mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia y defiende la causa del pobre y del menesteroso» (Prov. 31: 8-9).
En realidad, hay mucha más preocupación real por los pobres en el evangelio que en todos los textos sociales de muchos idealistas. Cristo y Santiago se expresaron a favor de la solidaridad social con más fervor de lo que lo hicieron Marx y Engels con diecinueve siglos de retraso, porque los textos de estos teóricos de la economía no desbordan de amor a los pobres, sino de odio a los ricos, que está muy lejos de ser lo mismo.
Jesús desenmascaró el poder deshumanizador encerrado en la obsesión por las riquezas. Pero no intentó resolverlo enfrentando a pobres contra ricos. Trató de sensibilizar a los poderosos para que vieran el gozo de compartir con otros y de proporcionar un trabajo justamente retribuido a quienes lo necesitan (Luc. 6: 24-25).
Para Jesús, Creador de todos nuestros recursos, todos los bienes materiales son buenos en sí y los seres humanos deberíamos poder disfrutarlos como regalos de Dios. Pero él condena con firmeza a los que los acaparan mientras otros sufren. Todas las riquezas que acaparamos son de alguna manera injustas (Luc. 16:9) si privan a otros de lo que necesitan. El Padre que nos ama a todos por igual no puede reinar en la vida de quien vive dominado por el dinero: «No podéis servir a Dios y al dinero» (vers. 13).
Señor, enséñame a compartir lo que me das, en la medida de mis posibilidades, con quienes necesitan mi ayuda.
ANTE LAS NECESIDADES DE MI ENTORNO