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Un doctor de la ley interpela a Jesús con una pregunta que equivale a preguntarle qué era para él lo esencial de su religión. Los doctores de la ley eran, en aquel contexto, las grandes referencias de la espiritualidad judía, sabios, maestros, teólogos y jurisconsultos: los mayores expertos en religión. Y Jesús le responde, resumiendo todas las Escrituras en solo dos mandamientos: el primero es amar a Dios con todas las potencias de nuestro ser, con todos nuestros afectos, pensamientos, voluntad, deseos penetrados por un amor convertido en el móvil central de nuestra vida.
Hasta ahí, sin duda que su interlocutor está de acuerdo con Jesús. Pero este le sorprende añadiendo que hay un segundo mandamiento semejante al primero, que consiste en poner en práctica ese amor también con nuestro prójimo. Es semejante en su esencia, ya que el amor verdadero hacia el prójimo no es más que una manifestación, un reflejo, del amor de Dios en nosotros.
Amar al prójimo como a uno mismo es derribar la barrera que separa el yo del tú, es decir, lo contrario del egoísmo, causa de todas nuestras transgresiones del amor. «En estos dos mandamientos se resume toda la ley de Moisés y la enseñanza de los profetas» (Mat. 22: 40, LP).
Lo esencial para nuestra vida espiritual es nuestro respeto profundo de la voluntad divina y nuestro respeto total hacia nuestro prójimo, poniendo nuestro empeño en la consecución de su mayor bien y de su felicidad, como si se tratase de nuestro bien y de nuestro propio bienestar. Podríamos decir que Jesús resume toda la Biblia -su religión - en un solo principio: amor en acción.
El apóstol Santiago nos dice prácticamente lo mismo en otras palabras: «La religión pura y sin defecto delante de nuestro Dios y Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y alejarse de la forma de hacer del mundo» (Sant. 1: 27).
La Biblia habla muy poco de religión. Tan poco que esa palabra (en griego threskeia) apenas aparece solo en este pasaje (y en muy pocos más, como según las distintas versiones bíblicas - Hech. 26: 5 y Col. 2: 18). Y es que el cristianismo no es una religión más, que se pueda resumir en una serie de doctrinas. La religión de la Biblia, la religión de Jesús, es un estilo de vida.
Señor, quiero seguir tu religión.