|
En tres de las cuatro casas donde viví, hemos tenido un árbol de guanábana, En ocasiones las ardillas no nos dejan probar su fruto, pero ahora parece que se hubieran ido de vacaciones. Vimos cada día el crecimiento de diez guanábanas y cuidábamos que no fueran a caerse y dañarse. Cierta tarde le pedí a mi esposo que cortara una. Era hermosa, grande y prometía deleitar el paladar con su deliciosa pulpa. Él accedió gustoso, pues es su fruta favorita. Al pasar los días, la guanábana no maduraba y estaba tal cual la habíamos cortado del árbol. Dos semanas después, divisé otra fruta que también había cambiado su color, pero en esta ocasión un tanto amarillenta en partes. Me acerqué y la moví con I palo de la escoba; esta se desprendió con tal facilidad que no pude meter las manos. Cayó al suelo y, por fortuna, estaba intacta. ¿Qué había pasado con aquella primera grande y hermosa guanábana? La respuesta no se hizo esperar: ¡la habíamos cortado antes de tiempo! ¡Cuánto lamenté haber pedido a mi esposo que la cortara!
Cuando Jesús dijo que él es la vid, y que separados de él nada podemos hacer, estaba hablando muy en serio. La amorosa invitación de Jesús a permanecer en él tiene un motivo que determina si somos salvos o no. No podemos darnos el lujo a estas alturas de la vida de separarnos de Jesús y, sin embargo, lo hacemos. Cuando no oramos, nos alejamos de la Fuente de vida cuando no estudiamos su palabra y cuando no pasamos tiempo a solas con él, esto trae como consecuencia vidas vacías que van de tumbo en tumbo, de pena en pena, vidas que no alcanzan la plenitud de la madurez espiritual. Por tener una relación cortada con la vid, lo que podría llegar a ser fruto de bendición para el mundo, se convierte en una hermosa y grande pero verde e inservible guanábana.
Yo no pude y nadie podría volver a unir un fruto a su árbol; la buena noticia es que si te has separado de Cristo, hoy es un buen día para volverte a unir a él. Si crees que permaneces en él, entonces <prohibido cortar».
#pdfelizdevivirunidaconJesus