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La reina Isabel de Baviera, esposa del rey Carlos IV de Francia, se hacía un peinado alto que remataba con un largo cono del que colgaban gasas muy finas con el objetivo de disimular su calvicie. El peinado causó furor entre las nobles damas del siglo XIV, que comenzaron a competir para ver quién luciría el cono más alto en la cabeza.
Pasa así con diversas situaciones en la vida. Afirman los psicólogos que la imitación es un proceso del aprendizaje donde siempre hay un modelo o patrón a seguir. En cierta forma, es verdad. Los niños aprenden de sus padres, quienes son sus primeros modelos; de ahí la importancia de ser buenos ejemplos para los hijos. Sin embargo, el enemigo diseña patrones que se ponen de moda y nuestros jóvenes prefieren imitar a sus amigos antes que ser señalados como raros.
El pueblo de Israel había imitado todas las malas prácticas de los pueblos paganos, ritos y sacrificios que Dios abominaba. Por tal motivo, él los entregó en manos de los asirios y fueron cautivos nuevamente.
¿Qué estás imitando? ¿A quién estás imitando? ¿Por qué estás imitando? Dios no se complace en que sus hijas, a quienes proveyó un raciocinio e intelecto, vayan por la vida imitando sin saber qué o por qué. Es verdad que somos bombardeadas con diferentes modelos a seguir, pero en la Biblia tenemos grandes ejemplos de personajes cuya vida sí es digna de imitar. La valentía de Esther, el hermoso carácter de Abigaíl, la tenacidad de Rahab, la pureza de María y muchos personajes más.
Decide hoy imitar todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello (Filipenses 4: 8). No nos dejemos llevar por el consumismo ni el materialismo que puede arrastrarnos a perder de vista nuestro máximo modelo, que es Jesús.
#pdfelizdeimitaraJesús