|
Cierta joven de Iowa, Estados Unidos, había sido multada en repetidas ocasiones por las autoridades la ciudad, lo que significó una cantidad bastante alta de dinero. Para librarse del problema, ella escribió una carta al juzgado de su ciudad, haciéndose pasar por su madre, informando que su hija había fallecido. Por un tiempo anduvo libre por las calles hasta que cometió de nuevo una infracción y esta vez al ser descubierta fue arrestada y condenada a cinco años de prisión.
La «mitomanía» es una enfermedad que padecen las personas con tendencia a decir muchas mentiras, engrandecer un acontecimiento o inventar fantasías. Las mentiras son usadas para librarse de una sentencia, para no perder la reputación o para encajar en un grupo, por mencionar algunos motivos.
El primer caso de engaño fue con motivo de dañar a una persona. Satanás se encargó de esparcir por todo el cielo mentiras acerca del carácter, la ley y el gobierno de Dios. No conforme, siguió con sus mentiras en el huerto del Edén y su enfermedad no ha sido ni será curada. El resultado de esa cadena de mentiras tiene al mundo en la condición deplorable que vivimos.
Las mentiras no tienen color, tamaño, ni clasificación alguna. Una mentira es lo que es y punto. El efecto es el mismo: la degradación de la persona que la dice; pues cuando se ha dicho una mentira, se tienen que decir más para cubrir la primera y lo cierto es que no duran para siempre. Se han perdido amistades, gobiernos, matrimonios, libertad, empleos y muchas cosas más por causa de las mentiras.
¿Estamos dispuestas a perder la vida eterna también por la mancha de la mentira en nuestra vida? La buena noticia es que Jesús es la Verdad y, en su contemplación, su imagen puede brillar en nosotras. Podemos ser más semejantes a Jesús. No importa lo que sucedió ayer, pidamos perdón hoy y seremos bellas hijas de Dios y no del padre de mentira.
#pdfelizpordecirlaverdad