|
Yo no los perdono, -le dije a mi esposo-. Mis argumentos eran que aquellas personas le habían hecho mucho daño a la iglesia (no a mí) y no creía en su verdadero arrepentimiento. Sin embargo, al leer la historia bíblica de hoy, comprendí que no me correspondía seguirlos juzgando. Aquella noche, mientras escribía, decidí perdonar a quien literalmente no me había hecho nada. Era una ofensa indirecta y yo me sentía parte de un daño colateral.
Deben perdonarlo, -les dice Pablo a los corintios, quienes claramente se empeñaban en no perdonar y recordar el pecado que esa persona, de quien no sabemos el nombre, había cometido en el pasado. La conducta del ofensor había sido reprochada muchas veces por sus hermanos de iglesia. Así lo describe Pablo en el verso 6: «Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos». «Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarlo y consolarlo, para que no sea consumido por demasiada tristeza> (v. 7) -suplica el apóstol. Claramente, estaba demostrando que, si bien la reprensión que se le había impuesto al ofensor era justa, ya no era más necesaria dado su arrepentimiento. Esta manera de tratar a quienes han errado el camino sigue siendo una guía para tratar hoy con los ofensores.
¿Cuántas veces hemos actuado como los corintios? Las disciplinas impuestas jamás debieran ser un símbolo de castigo, sino de restauración. Y una vez arrepentido el pecador, ¿quién soy yo para no perdonarlo? La congregación donde abunda la falta de perdón entre hermanos y donde en lugar de restaurar se destruyen, es una iglesia estancada, que no avanza hacia la patria celestial. Por mucho que se predique, se cante, se ore y se lea la Biblia, si estamos llenos de rencor y resentimiento, el Espíritu Santo no habita en nosotros.
Finalmente, Pablo les dice que si no perdonan, Satanás va a sacar ventaja de ellos, porque su malévolo plan es, precisamente, que no nos perdonemos. Y es evidente que el que sabe perdonar, tiene a Cristo en su corazón. El que no sabe perdonar tiene a Satanás en su corazón. Y como sabemos que los dos juntos no caben en el mismo corazón, si no tenemos a Cristo, automáticamente, tenemos al otro. Cede el espacio a Jesús, perdona a los demás y tú misma serás perdonada.
#pdfelizdepoderperdonar