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Sin misioneros no hay corona

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«Si anuncio el evangelio, ¡no tengo por qué gloriarme, porque me es impuesta necesidad; y ay de mí si no anunciara el evangelio!» (1 Corintios 9: 16).

Ser misionero no es solamente abandonar tu hogar, tu patria y tu familia para ir al otro lado del mundo a predicar y ayudar. Ser misionera significa dejar a un lado el yo, y velar por las necesidades de mis más cercanos. Ser misionera significa despojarnos del egoísmo y dar de nuestro tiempo, dones y talentos a aquellos quienes necesitan saber del plan de salvación. Ser misionera significa abandonar los placeres para sumergirnos en el mundo del servicio abnegado. Es vital que comprendamos la urgencia de ser misioneras, pues de otro modo, no habrá corona que recibir en el cielo.

Elena G. de White escribe al respecto: «El mundo necesita misioneros, misioneros locales consagrados, y nadie será registrado en los libros del cielo como cristiano si no tiene un espíritu misionero. Si los miembros de la iglesia no emprenden individualmente esta obra, demuestran que no tienen relación viva con Dios. Su nombre está registrado como el de siervos perezosos».

«En la mañana del 23 de octubre de 1879, el Espíritu del Señor descansó sobre mí, y contemplé escenas del juicio venidero [...] se abrió otro libro en el cual estaban anotados los pecados de los que profesan la verdad. Bajo el encabezamiento del egoísmo venían todos los demás pecados... Una clase de personas estaba anotada por haber estorbado la siembra. En verdad no tenían que hacer confesiones como las de los viles, bajos y corrompidos; pero como la higuera eran malditos porque no llevaron frutos, porque no aprovecharon los talentos que se les habían confiado. Esta clase había hecho de su yo algo supremo, y había trabajado solamente a favor de sus intereses egoístas [...] El juez dijo: "Todos serán justificados por su fe y juzgados por sus obras". Es un misterio que no hay cientos de personas trabajando donde ahora hay solo una. El universo celestial está pasmado de la apatía, la frialdad y la indiferencia de los que profesan ser hijos e hijas de Dios».

Para perdernos de las mansiones celestiales, no necesitamos ser asesinas ni ladronas ni practicar viles actos; basta con no tener el espíritu misionero y nuestros nombres no quedarán registrados en el libro de la vida. ¡Ay de mí, si no predico el evangelio!

#pdfelizporsermisionera

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