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Con trampas tampoco hay corona

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«Y también el que lucha como atleta, no es coronado, si no lucha legítimamente» (2 Timoteo 2: 5).

Dora Ratjen fue una atleta alemana que, en los juegos de Berlín en 1936, obtuvo el cuarto lugar en salto de altura. En 1939 batió el récord mundial de salto de altura durante el Campeonato de Europa de Atletismo. Poco tiempo después, las autoridades se enteraron de que Dora en realidad había nacido hombre y no mujer, por lo que se vio obligada a devolver sus medallas y se le quitó su récord mundial.

Otro caso alude a Madeline de Jesús, quien en Los Ángeles en 1984 se lesionó durante la competencia de salto de longitud y convenció a Margaret, su hermana gemela también atleta, para que corriera en su lugar. La trampa funcionó, pues el equipo pasó a la siguiente ronda. Sin embargo, cuando el entrenador se dio cuenta, sacó a todo el equipo de la competencia.

Desde los primeros juegos olímpicos en Grecia hay evidencias de personajes que hicieron trampas. Tal es el caso de Eufolio, un boxeador de Tesalia, quien pagó a tres de sus oponentes para dejarse vencer. Sin duda que Pablo no hablaba al azar, sino que siendo un hombre entendido en letras, sabía de las trampas a las que los atletas recurrían con el fin de asegurarse la victoria y la corona. La advertencia del apóstol es clara: «Quien hace trampa no recibe premio».

Nuestra carrera hacia el cielo es comparada por Pablo como una competencia olímpica y, bajo ese paralelismo, no está permitido para el profeso cristiano hacer uso ilegítimo de su fe. Hacemos trampa en la carrera cuando no somos auténticas, sino que aparentamos serlo. Hacemos trampa cuando adoramos a Dios en sábado, pero estamos enemistadas con nuestros hermanos. Nuestra carrera no es legítima si no somos capaces de corregir con amor sin hacer uso de la violencia, la maledicencia o cualquier tipo de palabras ásperas a quien está en error. Hacemos trampa cuando decidimos dormir un poco más en vez de dedicar valiosos minutos al estudio de la Biblia. Nuestra carrera es ilegítima cuando pedimos que Jesús regrese, pero no estamos preparando a otros para disfrutar de las mansiones celestiales.

La buena noticia es que, si Jesús ha prometido correr a nuestro lado, no tenemos necesidad de hacer trampas. Vivamos un cristianismo legítimo y perseveremos hasta alcanzar, no una corona de laureles, sino una corona con estrellas.

#pdfelizsintrampas

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