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Los que no tienen tumba

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«Entonces Rizpa, hija de Aja, tomó una tela de luto y la tendió para recostarse sobre el peñasco. Allí estuvo desde el principio de la siega, hasta que cayó sobre ellos la lluvia del cielo; y no dejó que ninguna ave del cielo se lanzara sobre ellos de día, ni las fieras del campo por la noche» (2 Samuel 21: 10).

Era el momento de la oración de rodillas en el culto divino del sábado. La invitación a pasar al frente se hizo extensiva para quienes tuvieran un pedido especial o un agradecimiento. Desde atrás venía una mujer con un llanto ahogado. Llegó hasta el frente y se arrodilló sin dejar de llorar. Su pedido era por su hijo, que hacía tiempo atrás había sido secuestrado y desde entonces no sabía nada de él. La angustia estaba consumiendo su corazón y la tristeza secaba día a día sus huesos.

Rizpa estuvo aproximadamente cinco meses velando el cuerpo de sus hijos para que las fieras no se los comieran. Debido a que habían muerto ahorcados en pago de una venganza, sus cuerpos no fueron sepultados. Si los animales hubieran devorado los cuerpos, ella no habría tenido una tumba donde llorar. Esa era la suerte que no quería para sus hijos. «Tus cadáveres servirán de comida a todas las aves del cielo y a todas las fieras de la tierra, y no habrá quien las espante» (Deuteronomio 28: 26). Movido a misericordia por la acción de Rizpa, el rey David mandó a que los huesos tuvieran finalmente un sepulcro en el panteón real. Solo entonces el alma de aquella mujer tuvo descanso.

No tener dónde llorar, es el lamento de muchas madres alrededor del mundo. Un número alarmante de personas son secuestradas y nunca sus familiares vuelven a saber de ellos. Las madres pasan noches enteras en vela, rogando por sus hijos desaparecidos. El grito que sale de ellas es: «Ojalá tuviera una tumba donde llorar», como aquella mamá que lloraba en el culto divino.

Querida amiga, si has pasado por una pena tan grande como esta, si hasta hoy no sabes nada de tu ser querido, quiero decirte que el Rey de misericordia hoy quiere darle descanso a tu alma. Nuestra humanidad no nos permite ver más allá de nuestros ojos, pero Dios, que mira desde el cielo, sabe dónde está tu ser querido.

Hoy te invito a que elevemos plegarias intercesoras por todas aquellas madres que no tienen una tumba donde llorar. Roguemos al cielo para que el Rey tenga misericordia de ellas y puedan hallar la paz que su corazón necesita. Y sigamos orando y trabajando para que Jesús regrese y acabe el sufrimiento, si fuera posible, hoy.

#pdfelizconsumisericordia

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