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Darío, el rey del imperio persa, con el deseo que ensanchar su territorio, fue a la conquista de Gracia. pero antes de la invasión a Grecia, quiso someter a los escitas, un pequeño pueblo que, según Darío, podrían atacar desde el norte. Entonces, se dispuso que en 60 días los escitas estuvieran bajo su dominio. Al enterarse los escitas de las intenciones de Darío, inmediatamente mandaron a pedir ayuda a sus vecinos, pues estaban conscientes que no tenían esperanzas contra los 700,000 hombres de Persia. Sin embargo, solo tres de los pueblos vecinos les brindaron ayuda, por lo que los escitas adoptaron una estrategia evasiva de guerra y decidieron no pelear en campo abierto. Se dividieron en dos grupos y el grupo más veloz avanzó para dejarse ver por los persas. Cuando estos los divisaron, comenzaron una infructuosa persecución contra los escitas. Parecía que los persas perseguían a un fantasma. Cansados, enfermos y sin suficientes alimentos, las tropas de Darío comenzaron a mermar.
El comandante persa no entendía por qué los escitas no peleaban y el plazo de 60 días se estaba terminando. Cierto día finalmente vio una formación de jinetes escitas que avanzaban para la batalla; por fin los tenía en sus manos, pues sabía que en pelea cuerpo a cuerpo él ganaría. Pero de pronto, los escitas cruzaron a todo galope la llanura con gritos de regocijo y júbilo, pero no se dirigían hacia él. Más tarde, Darío supo por un mensaje de un lugarteniente, que los escitas, ante la mirada del poderoso ejército persa, habían visto una liebre y se fueron a cazarla en lugar de ir a pelear. «Mucho es lo que nos desprecian estos hombres» -dijo Darío-, y mandó la retirada. Así prevalecieron los escitas ante el gran imperio persa.
Los escitas eran menos, pero su estrategia evasiva les dio la victoria y la conservación de su libertad. En la guerra que el pueblo de Dios está librando, necesitamos hacer uso de estrategias que nos permitan continuar con nuestro linaje y nuestro mensaje. No hay necesidad de enfrentarnos solos al enemigo ni de tratar de demostrar que podemos pelear con él. Sus provocaciones hacia el pueblo de Dios son precisamente porque él sabe que si pelea con nosotros cuerpo a cuerpo nos vencerá. La buena noticia es que el pueblo de Dios es un remanente que Dios mismo llevará a la victoria.
#pdfelizporqueDiospeleapormí