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Hágase tu voluntad

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«Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6: 10).

Supongamos que un día me levanto temprano para ir al mercado a comprar pescado para hacer el almuerzo. Voy emocionada porque haré un delicioso platillo con mucho amor para mi esposo: pescado empapelado. Compro los ingredientes con el dinero que mi esposo ha dejado y me dispongo a cocinar. Lo hago lo mejor posible, y a mi gusto; el pescado empapelado ha quedado de gourmet. Realmente puse empeño en hacer ese platillo. Espero que llegue mi esposo del trabajo y le sirvo el plato en la mesa, al tiempo que le cuento con cuánto afán he trabajado ese día para él. Solo hay un problema; a mi esposo no le gusta el pescado empapelado. A él únicamente le gusta frito y en caldo. ¿Sería justo que yo quisiera que él coma lo que preparé, a sabiendas de que no es lo que a él le gusta? Supongo que no.

Algo similar hacemos nosotros con nuestros actos de servicio hacia Dios. En ocasiones nos esforzamos en hacer obras como las de Caín, que no son precisamente las que Dios ha pedido ni la manera en que las ha pedido. La frase <hágase tu voluntad en la tierra» quiere decir con exactitud que sus criaturas deben cumplir con las especificaciones de su Creador, tal como se realiza el servicio en el cielo. ¿Y quiénes son los que harán su voluntad en la tierra? Claramente, somos nosotros los humanos, quienes nos hacemos llamar hijas e hijos de Dios.

El Señor provee los recursos necesarios para nuestro sustento, así como mi esposo proveyó (en el pescado imaginario que preparé) y, por lo tanto, no deberíamos gastar nuestras fuerzas haciendo nuestra propia voluntad. No sería justo que quisiéramos que Dios aceptara nuestra ofrenda y nuestro servicio solo porque nos esforzamos. Es innegable que como humanos tenemos defectos e imperfecciones; sin embargo, ello no debiera ser nunca un argumento para querer hacer las cosas a nuestra manera.

Cuando la voluntad de Dios en el cielo fue puesta en tela de juicio, se produjo el origen de la desgracia en la que está sumergida la tierra. Como hijas de Dios, es nuestro deber responder a su amor haciendo su voluntad, así como los ángeles le sirven en el cielo. Pidamos con insistencia oír la voz de Dios para saber cuál es su voluntad. La buena noticia es que él está presto para hablarnos.

#pdfelizporhacersuvoluntad

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