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No hay ley contra la benignidad

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«Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia» (Colosenses 3: 12).

Entendemos por benignidad la cualidad que una persona tiene de ser buena. Al igual que las otras cualidades del -fruto del Espíritu- la benignidad es un atributo de Dios que nos transfiere a nosotros sus hijos, y espera que tratemos a nuestros semejantes con la misma benignidad que él nos trata. Es decir, con dulzura, con afabilidad, con ternura, cordialidad y comprensión. Sin embargo, a menudo nuestras acciones están muy lejos de reflejar la benignidad de Jesús. Podemos ver a Jesús siendo benigno al dejar que los niños se le acercaran, al hablarle a las mujeres pecadoras, al tocar a los malolientes y sufrientes, al pegar de nuevo la oreja a quien estaba listo para aprehenderlo, al dejar a su madre al cuidado de Juan y al pedir el perdón por los que lo mataron.

Quiere decir que la benignidad es la respuesta positiva ante las actitudes de los demás hacia nosotros, sean buenas o sean malas. Una reacción normal y humana de una persona que no ha cultivado este atributo, sería devolver con mal el mal que alguien le ha hecho. Pero, ¿es esa la actitud de una hija de Dios? Los más próximos a nosotros y a quien debiéramos tratar con benignidad, son los miembros de nuestra familia. «Muchos padres que profesan ser cristianos no están convertidos. Cristo no habita en su corazón por fe. Su aspereza, su imprudencia, su carácter indómito, disgustan a sus hijos y hacen que aborrezcan toda su instrucción».126

No deben existir rasgos de aspereza y tosquedad en nuestros hogares. Frecuentemente, solemos ser benignas con los extraños y ajenos, cuando no lo somos con nuestros hijos y familia. La rudeza de nuestros corazones alejan a los más pequeños del verdadero significado del amor de Dios. ¿Cómo podemos cultivar la benignidad? La manera más efectiva es practicándola día a día. Lo mismo que la disciplina de un deporte, si nos proponemos hacer actos benignos, lograremos hacerlo de manera natural, con la ayuda del Espíritu Santo. No desperdiciemos las oportunidades que se nos presentan para ser benignas. Quizás esa compañera que siempre está de mal humor, o ese jefe que trata mal a todos, o ese profesor que se desquita de sus problemas con sus alumnos, todos ellos necesitan tu benignidad, tanto como tú necesitas la benignidad de Jesús.

#pdfelizporlabenignidaddeJesúsenmi

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