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No son ellos. soy yo

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«Examínense ustedes mismos y vean si permanecen en la fe; pónganse a prueba ustedes mismos. ¿O acaso ustedes mismos no se conocen? ¿Acaso no saben que Jesucristo está en ustedes? ¡A menos que no hayan pasado la prueba!» (2 Corintios 13: 5, RVC).

Si hoy nos llenáramos de valor y decidiéramos tomar el examen que propone Pablo, ¿en base a que nos calificaríamos? Si lo hacemos basados en los que son iguales que nosotros, sin duda que el resultado será engañoso. Mientras que, si al examinarnos basamos la prueba en el Calvario, sin duda que el resultado no tendrá margen de error. Nuestro corazón es por naturaleza engañoso, pero en el espejo de la Cruz bien podríamos ver en qué estamos fallando.

El problema es que muchas veces el orgullo pone entre nosotras y la cruz una delgada tela de prejuicios que no nos dejan reflejarnos con toda claridad. Eso hace que, al no ver con claridad hacia el Calvario, nuestra vista se centre en los defectos de los que están a un lado, delante y detrás de nosotras. Por tal motivo, la invitación a examinarnos nosotras mismos tiene como objetivo dejar de centrarnos en los demás.

Con frecuencia queremos que el mundo cambie, que la sociedad cambie, que mi país cambie, que mi iglesia cambie, que mi hogar cambie, pero ¿hemos pensado en cambiar nosotras? Existe una apatía colectiva en las congregaciones que no será erradicada mientras sigamos esperando a que «alguien» dé el primer paso, sino cuando «yo» decida convertirme en ese alguien y dar el primer paso.

Ponerse a prueba, como propone Pablo, significa un escudriñamiento íntimo de nuestra vida. La palabra «prueba» usada en el texto se aplica para probar si el oro y la plata son auténticos.

Si hoy Dios nos pusiera un examen sorpresa, ¿lo tomarías? ¿Sería el resultado una vida de auténtica relación con el Señor? ¿Seríamos encontradas tan auténticas como los metales preciosos respecto a nuestro cristianismo?

Querida amiga, hoy te invito a doblegar las rodillas y hacer el examen ante el sacrificio de Jesús en el Calvario y con toda humildad ver el resultado, para que seamos capaces de pulir nuestro corazón. Es la única manera en que podremos vivir un óptimo cristianismo. Sabremos que Dios nos va perfeccionando cuando seamos capaces de decir: «No son ellos, soy yo».

#pdfelizdehacercambiosyo

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