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Durante el viaje en coche desde el aeropuerto de Medellín, tuve la suerte de conocer a Alex, un joven de 17 años cuya vida había girado alrededor de la música hasta que una enfermedad grave lo desafío a tocar una melodía diferente. A medida que el paisaje urbano de Medellín se desplegaba ante nosotros, Alex me contó su historia, que estaba llena de pruebas y triunfos.
A pesar de los retos que le impuso su condición, Alex encontró fuerzas en su fe, aferrándose a las palabras de Romanos 8:38, que le dieron luz en la oscuridad. La música se convirtió en su himno de esperanza, su forma de comunicar y compartir su lucha con otros que enfrentaban sus propias batallas.
Alex me habló de Valeria, una joven que conoció en una de sus actuaciones. Como él, ella había enfrentado y superado una enfermedad similar. Su encuentro fue un cruce de caminos, un punto de inflexión donde la empatía y el entendimiento forjaron un lazo poderoso. La relación entre Alex y Valeria floreció en medio de las adversidades, y juntos se convirtieron en una fuente de inspiración para otros jóvenes en situaciones parecidas.
Mientras el coche nos acercaba a nuestro destino, reflexionó sobre cómo, a pesar de los desafíos inesperados, es posible encontrar fortaleza en la fe y el amor. Me recordó que no estamos solos en nuestro viaje; que hay una Presencia constante que nos acompaña; y que el amor de Dios está con nosotros, sin importar las circunstancias. Al despedirnos, sus palabras finales resonaron conmigo: «El amor de Dios siempre está a tu lado, sin importar lo que suceda». Con esa afirmación, Alex no solo había compartido su historia, sino también una profunda verdad que llevaba en su corazón.
Oración: Señor, ayúdame a comprender y a experimentar tu amor constante en mi vida.